Lejos quedan, a treinta mil pies sobre el nivel del mar, las carreteras sin horizonte que días atrás nos habían llevado a Arahuetes —Sagrillas en la entelequia del buen entendedor—.
Esa reliquia de la España vacía donde el tiempo no transcurre menos para quienes ya vienen de vuelta, que si ha subsistido ha sido gracias al sudor del ganadero y un banco en cada esquina en el que posar el bastón y remediar la soledad. Con el vaivén del aeropuerto es fácil olvidar que el viaje es el camino, por la España rural, sin soltar la mano del arraigo en la tierra madre. Y que ese camino, bien lo sabía Machado, cada quien lo hace al andar. Este es bien estrecho y desprende un aroma a piedra caliza, aire fresco de la sierra, Green Savage Summer en camisa de lino. Parte de un punto tumultuoso de la geografía española, lazo de unión entre Galicia y La Mancha, y toma el camino del norte.
Qué traicionera es la mente humana que, cuando del viaje no resuenan más que ecos y la rutina vuelve a tantear nuestra paciencia, se obstina en evocar la sobremesa que siguió a aquel lechazo para dos, las cenas con vino e ibéricos en los soportales o, para más inri, el rodeo de vuelta sorteando adoquines en sandalias.
Ya se quejaba Sabina: «No es que esté triste, carajo, es que me acuerdo». La tranquilidad es lo que más se busca, eso lo sabe cualquiera, y allí guardar culto al silencio desde la ventana, velar su sueño en una noche de lluvia de verano era no dar el brazo a torcer.
Antes de que el tiempo me gane este pulso y ya de vuelta en mis lares, de Pedraza quisiera recordar la luz de su plaza mayor a nuestra llegada, sus tabernas de enredadera, callejones y panaderías.
Los nidos de cigüeñas en cada tejado, la policromía de su iglesia y el trato de los lugareños de buena fe, aún aferrados al usted; de quien tuvo a bien acompañarme, su atención, afecto y complicidad. Con especial afán, el acervo, humor y buen juicio con que enriqueció nuestras conversaciones, aunque de tan amenas se enfriara por completo el café.
Espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse, y pronto saborear pequeñas glorias semejantes.
Sara Millor Costa. 22 anos. Valadares (Vigo).