El cariño de las flores

Cristina de Mateo

RELATOS DE VERÁN

28 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lucía había quedado prendada de los patios de flores que había visto en Córdoba. Entusiasmada, había reproducido un patio así en su casa del norte de Europa, donde vivía. Había comprado macetas de cerámica de varios lugares de España y las había llenado principalmente de geranios de todos los colores: blanco, burdeos, rosa y el emblemático rojo chillón.

Sin embargo, cada verano necesitaba volver a su terruño y no le quedaba más remedio que abandonar su patio querido. Con el calentamiento global, se hacía cada vez más necesario dejarlo al cuidado de alguien, al menos para el riego. Ese año, fue su vecina Candela la que se había ofrecido para realizar el trabajo.

Al volver de vacaciones, lo primero que hizo Lucía fue echar un vistazo al patio, pero se quedó perpleja. La tierra de las macetas estaba húmeda y las hojas verdes, pero todas las flores totalmente marchitas y sin vida. Le invadió un sentimiento de tristeza y se le saltaron las lágrimas. “Pero ¿qué ha pasado?” dijo sollozando.

La única flor resistente de un geranio se meneó y le contestó:

—Lucía, tu vecina ha cumplido con lo que le habías encomendado. Ha venido casi todos los días a regarnos, y hemos tenido la dosis necesaria de agua, pero nos ha faltado algo: tu cariño

—¿Y tú, por qué has resistido? —dijo Lucía.

—Bueno, yo soy como algunos humanos que resisten aunque se les caiga encima la tierra entera. Sacan la fuerza de donde no existe. Pero somos pocos así.

Los días siguientes, Lucía se afanó como nunca cuidando de sus plantas, regándolas, hablándoles, incluso entonando alguna canción para ellas. Quince días después, el patio había recobrado su esplendor.

En un momento dado, Lucía se postró delante del “geranio resistente” como buscando su aprobación. Este se reclinó majestuosamente haciéndole un signo de agradecimiento.

Cristina de Mateo. 60 anos. París.