Anochece. Se consume una tranquila tarde de primavera, pero el horizonte empieza a chispear. Algún fenómeno costero pasajero, pensó Tomás. Después de tantos años saliendo a la mar, eso no va a estropear sus planes de trabajo. Los habitantes del entorno aseguraron que nunca habían presenciado tal tormenta dentro de la Ría y, mucho menos, en tan poco tiempo. Al día siguiente, el barco Mar de Fóra apareció encallado en las rocas de Vionta y el cuerpo de Tomás en la playa a los pies de Mariña, la Sirena de Sálvora. Inconsciente, pero sin más heridas que unas cuantas rascaduras por todo el cuerpo, provocadas por las rocas, y un golpe en la cabeza.
En el bar del puerto, Tomás relató cómo se había salvado. Una ola de viento entró por su costado de babor. Luchó con todas sus fuerzas por mantenerse a flote, pero acabaron abandonándole. Otra ola lo envolvió e hizo que se golpeara violentamente contra una piedra y perdiera el conocimiento. Sin embargo, un instante antes de que todo se oscureciera, vio surgir del fondo una figura que derrochaba belleza, de cabello dorado, iluminando todo el mar con sus intensos ojos verdes. Lo cogió en brazos, como un enamorado en una noche de boda. Lo llevó hasta una gruta sumergida, lugar desconocido para Tomás, pero empapada de paz. Muchos dudaron de su historia, pero Tomás sabía que no había sido un sueño.
Él seguía recordando vívidamente el rescate y la gruta. Ella, consciente de que eran dos seres que pertenecían a dos mundos incompatibles, acomodando su gruta. A veces, los corazones mantienen sus propias comunicaciones y establecen sus alianzas.
Tomás preparó su nuevo barco, Mar de Fóra II, y se hizo a la mar. Escuchó un canto, un susurro, que parecía venir de las profundidades. Su corazón se aceleró y, sin dudarlo, se sumergió.
En la tele del bar del puerto, unos tertulianos hablan sobre conflictos armados y sus daños colaterales, sobre inmigración, sobre discriminación…, sobre mundos incompatibles. Un viejo pescador murmura algo sobre Mariña, su tormenta emocional, Tomás, la gruta… Nadie le presta atención.