Me animo a escribir este texto por la necesidad de compartir la historia de mi legado, unos maravillosos padres a los que quiero con locura y unos hijos que tengo que educar y a los que debo transmitir los valores que me han enseñado. Mi padre era el último de una humilde familia numerosa. Sacando muy buenas notas consiguió estudiar medicina becado. Tenía alquilada una simple habitación sin baño siquiera, así que usando ingenio se presentó en la puerta del hospital cursando tan solo primero, pero pidiendo ayudar para aprender, aunque realmente él lo que quería era tener acceso a duchas y aseo. Profesionalmente triunfó siendo en su día en jefe de sección más joven de España, director médico del hospital y se jubiló como jefe de servicio, pero su humanidad y preocupación por el paciente son sin duda sus huellas más importantes. Mi madre estudió enfermería. Crecí en un entorno bastante caótico por los turnos de mis padres. Siempre me han transmitido lo importante que era su trabajo para ellos y me daba cuenta de la dificultad logística para cuidarme, incluso recuerdo que se alternaban las vacaciones, y a pesar de ello, me sentía muy querida porque me dedicaban todo su tiempo libre, es más, para todas mis amigas mis padres eran los más chulos porque nos llevaban a sitios divertidos. Yo soy una hija única adorada por sus padres. Toda la vida me han mostrado lo orgullosos que están mi, tal y como soy. Mi madre es mi mejor amiga y mi padre era mi media naranja. A mis hijos siempre les he dicho que el amor es mágico porque dura para siempre y cuando mi padre murió me aferré a esa frase para seguir adelante. Mi padre era mi GPS, pero me enseñó también a navegar utilizando las estrellas. Así que ahora que ya no está, me reconforta mirar al cielo. El mensaje final que quiero transmitir es el de la importancia del amor y esfuerzo para ser feliz. Doy gracias a todas las personas que me quieren y hacen de mi mejor persona día a día. Esta felicidad no se consigue con dinero ni se compra en una tienda.