Cariñoso de peluche

Alejandra Maseda

RELATOS DE VERÁN

17 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Una hora de trayecto, mis padres esperando en la estación, mi pequeño hermano en el otro lado del bus y yo sin nada que hacer.

Un pensamiento repentino y me pregunto qué pasaría con Tedy si ocurriera una explosión nuclear.

Es que a veces me pregunto, con cierta tristeza y gran dosis de curiosidad, qué será de mi muy querido oso de peluche en el lejano futuro. Con veinte años, con cuarenta, estando yo soltera o bien acompañada.

Me pregunto si lo seguirá usando mi parte de niña atrapada en un cuerpo adulto. O si se lo daré a mis hijos, si es que los tengo. O si lo pondré en un altar, haciendo ver mi infancia en cada despertar. O, en el peor de los casos, si se lo daré a gente desconocida, dejando atrás todos los recuerdos acumulados que pasamos juntos desde que lo tengo a mi lado.

Hasta ahora, doce años, casi trece. Esto último tan solo ocurriría si mi cerebro da un vuelco o me quedo sin neuronas, porque ahora ni me lo pensaría.

Ya dejo de pensar. Estoy ya en mi destino. «¡Hola, papá! ¡Hola, mamá!». Veo que todo sigue en su sitio.

¡Gracias a Dios, no ha ocurrido ninguna explosión nuclear!