—Buenos días, doctor. Soy músico.
—Oh La, la, la, la.
—Oh Sí, sí, sí, sí.
—¿Y qué le pasa?
—A veces, me pongo muy eufórico y veo sostenidos por todas partes y a continuación me deprimo y se convierten en bemoles.
—A ver, a ver. Póngame un ejemplo.
—Pues estoy cantando en un SI sostenido. Siento de repente un fuerte dolor y se cae la nota justo una octava, hasta un NO bemol. ¿Es grave?
—Veamos. Es grave. Y también agudo. El NO bemol es grave, en realidad es un DO bemol muy negativo y el dolor en SI es agudo, pero muy positivo.
—¿Y por qué cree que me pasa?
—Yo creo que la subdominante se superpone a la dominante y se transforma en una tónica, con ginebra o ron. Yo de Vd. me la bebería.
—¿Y tiene cura, doctor?
—Cuando estuve en el seminario tenía curas de sobra, pero ahora más de la mitad se han casado y el resto es el número que queda cuando la división no es exacta. Estoy a oscuras. Le voy a enviar a casa a un desafinador de pianos.
—¿Me va a costar mucho?
—Un disgusto. Más que el piano. Le va a desvalijar la casa.
—Yo creo que no me va a hacer falta porque ya me siento bien.
—Pues entonces levántese porque ya está curado. Son mil euros.
—Para no ser músico, menudos bemoles tiene, doctor. No me ha hecho nada y me quiere cobrar. ¡Qué cobrón!
—Será desagradecido. Los sanas y encima se quejan. ¡Qué quejones!