La desazón del peregrino

Antonio Carpintero

RELATOS DE VERÁN

24 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El alba asomaba entre la niebla cuando Martín, un peregrino solitario, descendía por la Vía Künig a su paso por Baralla. Los castaños centenarios a ambos lados del camino parecían susurrar historias antiguas. El silencio apenas era interrumpido por el crujido de sus botas mojadas sobre la hojarasca. Había elegido esa ruta por recomendación de un anciano en As Nogais, quien le habló de su belleza, pero también le advirtió: «Baralla es hermosa, pero guarda secretos». Estaba agotado y la niebla le impedía continuar. Al llegar al pequeño albergue de piedra en el centro del pueblo, lo recibió una hospitalera de rostro curtido y ojos penetrantes.Esa noche, los sueños de Martín fueron turbios. Escuchaba voces, golpes, un llanto ahogado. Se despertó sudando, convencido de que alguien había susurrado su nombre. Al mirar por la ventana, vio una figura encapuchada alejarse por el sendero, llevando algo envuelto en un saco.

A la mañana siguiente, el albergue estaba en silencio. Salió al camino, inquieto. Cien metros más adelante, junto al puente medieval sobre el río Neira, encontró el cuerpo de una mujer, boca abajo en el barro, con una vieira de peregrino en la mano. La Guardia Civil llegó rápido y le preguntó si la conocía. Martín negó, aunque la cara de la víctima le resultaba extrañamente familiar. Durante el interrogatorio, mencionó a la hospitalera. El agente lo miró con confusión.

—¿Una mujer mayor, ojos claros, pelo blanco?— preguntó.

—Sí. Ella me recibió anoche.

El guardia tragó saliva y dijo: «Ese albergue lleva cerrado más de cinco años desde que asesinaron a la hospitalera». El agente le mostró una vieja fotografía de archivo. Era la mujer muerta junto al río... pero también estaba Martín, más joven, con una mochila al hombro.

—Esto... no puede ser. Yo nunca he estado aquí antes.

—Usted fue el último sospechoso en ese caso, pero desapareció antes del juicio.

Martín retrocedió, la cabeza le zumbaba. Todo encajaba: los sueños, la hospitalera, el peregrino encapuchado… Había vuelto al lugar del crimen, sin recordar que lo había cometido. La niebla lo había traído de vuelta para cerrar un círculo que jamás imaginó haber abierto.