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Tres infructuosos meses para dar de baja un servicio telefónico

OCIO@

XOÁN A. SOLER

10 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

?gosto del 2005. Tras ver un anuncio, un niño de 11 años decide bajarse un tono, politono o sonitono al móvil de su madre, colocado encima de la mesa. Un simple mensaje, sin ningún otro contrato ni autorización fue suficiente para que el menor se diera de alta en un servicio del que su progenitora lleva tres meses intentando darse de baja, sin conseguirlo. La pesadilla comenzó cuando en la factura, en este caso de Vodafone, aparecía un cargo diario de 40 céntimos de euro, con una tregua los domingos y festivos. La cliente, de contrato, recibe un mensaje de texto avisando de que le acaban de remitir un tono y un sonitono y otro diciéndole dónde tiene que mandar un nuevo mensaje para recibirlo. La oferta acumulada va desde el raro raro , de Papuchi, hasta las payasadas del Moñas, pasando por las melodías más insospechadas. Y es que tres meses dan para mucho. La peregrinación de esta madre desesperada para darse de baja en el 55770 comenzó el 19 de octubre con una llamada a Vodafone para pedirles que dieran curso a sus deseos. «Lo siento señora, ese servicio pertenece a otra empresa. Póngase en contacto con Buongiorno Myalert». La amable interlocutora facilita a la madre un teléfono, un 902, y le advierte de que funciona con una cinta grabada y de que la llamada tiene coste. Imposible. La otra opción consiste en intentarlo vía página web de la empresa. Obstáculo insalvable. Siguiente paso: enviar un correo electrónico a la dirección de Vodafone, comunicando la imposibilidad de dar de baja el servicio. La respuesta no se hizo esperar con un rotundo: «Confirmarle que el servicio no es Vodafone, por tanto no podemos desactivárselo». ¿Qué hacer? Informarse en Consumo de la Xunta. La funcionaria, muy amable, le comunica a la desesperada abonada que está dando muy buen resultado enviar un burofax, quince días después de las otras gestiones infructuosas.? La solícita empleada de Correos se mostró colaboradora. Le dijo que burofaxes de este tipo los envía a diario a las empresas de telefonía y que suelen dar resultado. El desembolso de 10,67 euros fue inútil, porque después de una tregua de una semana, dos mensajes aparecen nuevamente de forma puntual y a diario en el móvil de la consumidora, como si de un acosador se tratara. El último paso que dio la madre desesperada fue el de presentar una reclamación ante el Servicio de Consumo de Lugo el 15 de noviembre pasado. Casi dos meses después, no ha obtenido ninguna respuesta. Mientras tanto, los dos mensajes diarios continúan reflejándose en la factura.? La madre lucense conoce a otras personas que están padeciendo su mismo calvario. Una de ellas es su hermano, y también una pareja cuyo hijo utilizó el móvil paterno, en este caso de tarjeta, para suscribir a su padre a un servicio de noticias internacionales. El titular del teléfono está al día de los partes médicos de Ariel Sharon, mientras ve descender su saldo de forma vertiginosa.