Lavacolla estrena su Escorial

Emma Araújo SANTIAGO/LA VOZ.

SANTIAGO

Raxoi y la Diputación inauguraron el centro sociocultural en A Sionlla con una década de retraso por trámites urbanísticos

25 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Los vecinos de Lavacolla estrenaron ayer con un lleno absoluto su centro sociocultural en un acto en el que los políticos optaron por ponerse la tirita antes de la herida y reconocer abiertamente que los diez años que tardó el proyecto eran excesivos.

El edificio fue adquirido en el año 2002 por la Diputación Provincial en la época en que Dositeo Rodríguez, líder de la oposición compostelana durante años, era vicepresidente del organismo provincial. Sin embargo, la calificación urbanística de la parcela en la que se ubica el inmueble impedía su reconversión en un centro cultural por lo que tuvo que llegar la modificación de la Lei do Solo y el Plan Xeral de Urbanismo de Santiago para solucionar el problema.

Tras una década de espera, los vecinos conocieron el interior del edificio, que necesitó una inversión de medio millón de euros para la compra de terreno y su remodelación actual. En el acto, el presidente de la asociación de vecinos de Lavacolla consideró que se trataba de un «magnífico local» que debe convertirse «nun lugar de esparcemento que ten que facer máis veciñanza».

El presidente de la Diputación, Salvador Fernández Moreda, recordó a los asistentes que los fondos para la obra no habían caído del cielo, sino que procedían de los impuestos de todos, por lo que emplazó a los usuarios del centro sociocultural a que «fagan uso del e o cuiden». El regidor local, Sánchez Bugallo, reconoció que pese a los problemas, la idea de Dositeo Rodríguez «foi boa» y destacó que con este centro sociocultural Santiago pasa a disponer de 46 edificios de uso público para la ciudadanía. Concluidos los discursos llegó el turno de la visita. Y si la comparativa de la obra con el Escorial por su tardanza estaba en la mente de muchos, ahí siguió a la hora de hacer la visita, porque, al igual que en un edificio histórico, nadie se libró de las escaleras porque el ascensor, que sí que lo tiene, aún no se puede utilizar.