Héctor Alterio: «El único fallo de Messi es que juega con el adversario»

ANA RODRÍGUEZ

SANTIAGO

Dice que tiene superado su pasado, pero que no quiere olvidar. Que el teatro sigue siendo «un juego de niños» y que no piensa en retirarse«El teatro tiene una vigencia tan perecedera que va a pasar mucho tiempo antes de que desaparezca»«Hice lo imposible para que mis hijos tuvieran otra cosa, pero ellos decidieron ser actores»

06 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

| Es un genio de la escena. «Solo soy alguien que se divierte trabajando». Un argentino que por «accidentes de la vida» fue a caer a España. «Un ciudadano que se siente bien en el lugar que lo acoge», puntualiza. Y un actor sin método. «La necesidad me hizo aprender en la calle, copiando actitudes», explica. Es Héctor Alterio (Buenos Aires, septiembre de 1929), hijo de inmigrantes, padre de actores -«a pesar de que hice lo imposible por que hicieran otra cosa»- abuelo de una niña que acaba de cumplir «cinco añitos ya» y, sobre el escenario, Bruno, el protagonista de La sonrisa etrusca.

-De nuevo en el teatro. ¿Qué tal va la obra?

-Pues estupendamente, y perdóname que me extienda un poco en la vanidad, pero es que esto es el sueño de cualquiera y el nuestro en particular, porque se cumplió lo que estaba previsto, que las seis semanas en el Bellas Artes la obra funcionó muy bien. Estaba complicado, porque fueron cuarenta funciones, pero desde el principio hasta el final hubo lleno completo.

-Y en estos tiempos.

-Por eso se revaloriza más, porque estamos viviendo una situación muy extraña y muy insegura. Por eso cuando me preguntan cómo va todo respondo siempre lo mismo, que estupendamente bien.

-En «La sonrisa etrusca» usted encarna a Bruno, un enfermo terminal. Le tocó un papel duro.

-Es un personaje que me permite a mí bucear todavía en esta profesión, y aún me queda un largo tiempo para seguir encontrándole cosas, y eso no sucede con todos los personajes. José Luis Sampedro ha creado un personaje un poco gruñón, hosco, tierno, amoroso, un señor que al final de su vida, con una enfermedad que hace que se aceleren las cosas, inicia una aventura de amor con una mujer. Y ve renacer el amor a partir de un nieto. Y todo a sabiendas de que le queda poco de vida. Es tan entrañable que me siento estupendamente. Además, me posibilita un montón de matices nuevos a mí como actor.

-O sea, que a estas alturas aún se aprende.

-Sí, así es. Aún se aprende. Y no cualquiera tiene esa posibilidad en tantos años de carrera. Que algo me posibilite seguir aprendiendo y me provoque ese interés y esa curiosidad, y ese divertimento? hacer algo más allá de actuar es esencial para mí.

-Además, usted, como Bruno, también tiene una nieta que ha dicho que le ha cambiado la vida.

-De ahí la coincidencia con el personaje. Y te puedo decir que sí, que el amor a los nietos difiere mucho del amor a los hijos. Debe de influir ese no compromiso, la falta de responsabilidad que uno tiene sobre ese ser tan pequeño del que solo le queda disfrutar. Y con la llegada de mi nieta sí hubo un amor que se ha renovado y se ha renacido. Acabamos de celebrar su cumpleaños número cinco ya. Y es eso en lo que coincido con el personaje, en el amor al nieto. Por lo demás es un personaje muy rico, muy profundo y muy amplio para toda una gama de búsquedas que me posibilita a mí entretenerme, divertirme, en el buen sentido, y proporcionar, espero, un buen entretenimiento para el público.

-¿Sigue entonces viendo el teatro como un juego?

-Igual que cuando éramos niños y jugábamos a policías y ladrones e intentábamos elegir lo más distinto a uno. Nos divertía mucho, tratábamos de hacerlo con total veracidad para que se nos creyera, pero sabíamos que era un juego. Igual que ahora, porque el público sabe que se sienta en una butaca y que va a ver algo que es una mentira, pero se lo tiene que creer y tiene que entrar en el juego entre el público y el actor. Y eso solo lo da el teatro. Y, después de tantos años, tiene una vigencia tan perecedera que va a pasar mucho tiempo antes de que desaparezca.

-Y tantos años desde su llegada a España, ¿ya se siente más de aquí que de allí?

-No puedo negar que nací en Argentina, que soy hijo de inmigrantes, que tengo ascendencia italiana... Pero eso son los accidentes de la vida. De cualquier manera, yo me siento bien en el lugar que me acoge y en España hace ya 37 años que vivo y todo lo demás son accidentes de la vida que te lleva de un lado a otro? ¿Cómo me siento? Pues bien en España.

-Pero su llegada aquí, amenazado por la Triple A, no fue precisamente fácil.

-Eso está superado. Lo puedo contar, pero a veces me parece que le pasó a otro, aunque me pasó concretamente a mí. Yo no elegí este lugar, llegué por una imposición arbitraria de unos extremistas que me obligaron a salir del país amenazado de muerte. Sucedió hace 37 años y me vi en un lugar totalmente desconocido para mí como era España en ese momento. Superado todo eso, donde los momentos y las situaciones límite a cualquier ser humano le posibilitan saber quién es quién y las ayudas que tiene, aquí se me presentó la posibilidad de vivir, y la generosidad de mucha gente española posibilitó sobreponerme a esa situación. Es algo que no quiero olvidar.

-Tardó mucho en poder regresar a casa.

-Pues pasaron 7 u 8 años, cuando se acabó la amenaza de la Triple A y la junta militar. Entonces pude volver, y es lo que hago ahora, voy dos o tres veces al año a trabajar allí, pero ya estoy establecido aquí.

-Y sus hijos, como usted, decidieron ser actores.

-No tenían escapatoria, nacieron y crecieron con mis visitas, mis viajes en las giras, sus disfraces en los lugares adonde yo iba a actuar, los enredos de ellos en los telones... Fue inevitable que quisieran seguir esta carrera. Evidentemente, yo hice lo imposible para que pudieran tener otra cosa, pero cuando ellos cumplimentaron con los estudios y tuvieron que decidir, pues decidieron ser actores, y por suerte les va bien. Los dos tienen un criterio muy realista de la profesión, están bien conceptuados y eso me gratifica mucho.

-¿Y cómo se lleva que le conozcan como «el padre de»?

-Me llaman muchas veces el padre de Belén, el nombre del personaje que hacía mi hija en Aquí no hay quien viva. Es simpático, me halaga. Estoy muy satisfecho con el trabajo que están haciendo mis hijos.

-De todos sus personajes, ¿con cuál se queda?

-Con todos, porque todos me han posibilitado a mí seguir mejorando. Me quedo incluso con los que no me han gustado, aquellos en los que no he encontrado nada de lo que buscaba, los que no han trascendido? Ahora, en este momento, me quedo con Bruno, el personaje en el que estoy centrado y concentrado. Estoy en pleno idilio con él.

-¿Siempre se llega a esa compenetración con el personaje?

-Es que, si no, sería una repetición aburrida y monótona que en este oficio no se nos puede permitir.

-¿Qué le gustaría hacer ahora que no haya hecho ya?

-A estas alturas solo me gustaría tener una continuidad de trabajo, sin que haya a veces tanto espacio entre uno y otro trabajo.

-O sea, que no piensa en retirarse.

-Es que vivo de esto. Mientras me funcione la cabeza, mientras sea dueño de mi cuerpo y me funcione la memoria, y mientras me entretenga y me divierta, seguiré en esto. No ocupo ningún espacio que no me pertenezca. Estoy feliz de poder trabajar.

-Tan feliz no estará, tan «merengón» como es, con los últimos resultados del Madrid, sobre todo con el papel de Messi...

-[Risas]. Sí, la situación no está muy bien. Y Messi, mi compatriota, el único fallo que tiene es que juega con el adversario.

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