«Con pasión por la viña, Galicia podría ser como Borgoña»

Por Luís Díaz

SANTIAGO

Se ha convertido en el enólogo español de mayor proyección internacional. Tras deslumbrar a Parker con un tinto gallego, le llueve propuestas en medio mundo. Es Raúl Pérez, un vendedor de sueños.

09 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Por fin, Raúl Pérez al teléfono. Regresa de la sierra malagueña de la Axarquía, de patear algún viejo viñedo olvidado. No es fácil contactar con el enólogo de moda. Desde el primer intento, han pasado tres semanas. Por el camino, un rosario de llamadas. A veces contesta, siempre amigable. Pero invariablemente algo frustra la conversación. Los preparativos de una cata promocional en Tokio, el embarque en un aeropuerto camino de Chile, escenario del último de sus proyectos internacionales. Por fin, Raúl Pérez tiene tiempo. De vuelta de la Axarquía. La voz relajada y algún nuevo vino en la cabeza.

-¿Viticultor, consultor de vinos, enólogo itinerante?

-Por tradición familiar, soy más un viticultor. Aunque haya estudiado enología y haga vinos, me considero sobre todo un viticultor de raíces.

-Trabaja en Rías Baixas, Ribeira Sacra, Monterrei, Bierzo, Valdevimbre, Cangas de Narcea y San Martín de Valdeiglesias, sin contar los vinos que elabora fuera de España con Dirk Niepoort (Portugal), Eben Sadie (Sudáfrica) y Rafael Tirado (Chile). ¿Se le ha ido la mano?

-Le dedico gran parte de mi vida a esto y por suerte he conseguido disfrutar con lo que hago. Viajo constantemente, aprendo cosas nuevas, descubro paisajes. Embarcarte en un proyecto fuera de tu círculo más cercano es como ir de vacaciones, lo haces porque te lo pide el cuerpo. A mí me mueve recuperar variedades y terruños con historia. También puedes hacer un cabernet muy bueno, pero no creo que sea lo mismo.

caballo ganador

Raúl Pérez nació en 1972 en el pueblo leonés de Valtuille. Con 22 años entró en la bodega familiar de Castro Ventosa, donde Álvaro Palacios, entonces enólogo de referencia en España, preparaba de incógnito su desembarco en el Bierzo. Raúl prefirió levantar vuelo y experimentar en otros lugares con variedades poco conocidas y vinos de tirada limitada como El Pecado, un tinto elaborado en la Ribeira Sacra al que el Wine Advocate dio 98 puntos. Como autor o asesor, está detrás de seis de los ocho vinos gallegos mejor puntuados en la última cata del boletín de Robert Parker. La engañosa fragilidad de los borgoñas es su fuente de inspiración.

-Algunos proyectos, como elaborar un pinot noir, son por puro placer. Algo que te seduce, casi místico, que llevas dentro. Todo en el vino pasa por esa uva. Para mí es una obsesión.

-¿Cómo aterrizó en Galicia?

-Fue de casualidad, gracias a un amigo, Pepe Paz, que había diseñado las bodegas de Muradella y Algueira. Me dijo que tenía que probar los vinos que hacían y mereció la pena. La Ribeira Sacra me impactó. Cuando llegas por vez primera y tropiezas con esas viñas colgantes te das cuenta de que estás ante algo especial. Te preguntas cómo es posible que haya sobrevivido un viñedo así. Los perfiles de vino que puedes sacar en lugares de Galicia como este no son posibles en otras zonas. Aquí puedes encontrar la delicadeza de la pinot noir.

-¿Debería mirarse el vino gallego en el espejo de Borgoña?

-En Galicia se pueden hacer vinos extraordinarios. Solo falta que los que cuidan el viñedo le pongan la misma pasión que en Borgoña. Pocos creen que se pueda hacer algo grande, no existe esa convicción. También falta perspectiva histórica, ver cómo evolucionan los vinos con el tiempo. Diez años en el vino no son nada.

-A veces, oí decir a un profesor de enología de Burdeos, más que vino se venden sueños. ¿Lo firmaría?

-Muchas veces también vendes sueños. Se hacen grandes vinos en muchos sitios, el problema es transmitirlo. No importa si usas barrica nueva o vieja. Lo que vale es la historia, el paisaje, las variedades, lo que rodea a un viñedo. Si reflejas todo eso, y encima estás en una zona de transición de frío y calor como Galicia, vas en un caballo ganador.