El exconselleiro dice que el casco viejo es de los más bonitos del mundo
26 mar 2012 . Actualizado a las 13:55 h.Roberto es un personaje culto, sensible y terriblemente humano. A punto de dejar Santiago, de nuevo, para asumir la Embajada de Uruguay, recuerda cuando llegó a Compostela a los 11 años desde Meaño para estudiar en La Salle, «daquela un colexio bastante liberal» en el que se empapó de cualificadas actividades de cine, teatro, música, etcétera, que «alimentaron a miña curiosidade pola cultura». De ahí pasaría a la Facultade de Filosofía antes de que la pertinaz lluvia y el innato deseo de cambiar de aires le llevasen a Barcelona y a un sinfín de ciudades como diplomático.
Cuando en su niñez pisó Compostela, le chocó la abundancia de sotanas: «Había curas por todas partes. Sorprendeume a cantidade de cregos». Reconoce que no fue un buen estudiante -«ninguén me vai berrar agora por confesalo»- y sí un pequeño diablo: «Largáronme do internado da Salle, non do colexio, por gamberrete».
En las soñadas vacaciones, blandía la guitarra y la tocaba mientras aguardaba el tren en la estación. Se le ocurrió rasgarla también el día que murió Franco y la policía le echó el guante. Le retuvieron y le soltaron tras una severa reprimenda. «Era un crime tocar a guitarra», mueve la cabeza. Era una época en la que escuchaba a Bob Dylan horas enteras y vivía el movimiento estudiantil: «Era unha expresión de libertade despois de estar nun colexio de curas».
El retorno a Santiago, en el 2009, le hizo revivir la ciudad de antaño. Pero ya no era la misma, aquella urbe que le sorbió como una esponja. Pero volvió a escuchar la vieja música y a recuperar los mitos: «Fun o único conselleiro que se trasladou fisicamente a Santiago, a un barrio tan emblemático como o Pombal». Vino de la mano de Feijoo y recibió la primera en la frente con el Xacobeo 2010.
Contra los localismos
Quiso que el Xacobeo fuese gallego, al hilo de los Caminos, pues «falar deles é falar de Santiago». Y que beneficiase a Galicia, pese a lo cual Compostela concentró los «espectáculos máis importantes», entre ellos el Parsifal de Wagner. En las críticas «houbo exceso de celo por parte de empresarios e do alcalde. Eu estou en contra dos localismos, que é un problema de Galicia». Pero también tuvo que convencer a Conde Roa, con quien discrepó en muchos temas: «É lóxico, porque non é fácil para un conselleiro que ten que falar cos alcaldes galegos contentalos a todos».
La Lei do Turismo, de su autoría, tiene benéfica influencia en Compostela. Arguye: facilita trámites de apertura de locales turísticos, clarifica las tipologías y establece un mayor control del fraude existente. «E no preámbulo fálase da importancia do Camiño», remacha.
El exconselleiro es un enamorado del casco histórico de Santiago, «un dos máis bonitos do mundo». Lo ha podido contrastar acompañando a muchos visitantes, coincidentes todos en el sentimiento de emoción y asombro que les inspiraba la zona vieja. «Poucas cidades teñen tanto encanto e tanta maxia», apuntilla Roberto.
¿Y no es frustrante no poder dedicarle los máximos recursos? «Bueno, dedicámoslle importantes recursos á Catedral. Pero isto é un pozo sen fondo e hai que priorizar. É frustrante, pero os orzamentos son frustrantes. Santiago absorbe unha parte importante deles».
Dos de las peores noticias recibidas por Roberto Varela como conselleiro de Cultura fueron la muerte de Díaz Pardo, con quien le unía una gran amistad y con el que había comido unos días antes, y la desaparición del Códice Calixtino: «É unha desgracia. Estou convencido de que se vai recuperar. Nos contactos que tiven coa policía e co Ministerio de Cultura coincidiron ambos en que o Códice acabarase recuperando, aínda que tardará algún tempo».