Arzúa dijo adiós a su brigada de emergencias tras 17 años de servicio

Natalia Rodríguez Noguerol
natalia noguerol ARZÚA / LA VOZ

SANTIAGO

Marisol, Salomé, Gerardo y Josefa fueron los últimos de la brigada en colgar el uniforme.
Marisol, Salomé, Gerardo y Josefa fueron los últimos de la brigada en colgar el uniforme. noguerol< / span>

Los efectivos del Grumir cubrieron la última guardia esta semana

19 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Arzúa se quedó esta semana sin un servicio del que no pocos se acordarán porque por miles se cuentan las situaciones de diferente índole en las que ha intervenido desde que hace 17 años se puso en marcha. Para hacerse una idea: durante todo el 2012 y hasta el pasado miércoles, sumaron 4.786 los operativos que se atendieron en respuesta a llamadas del 112. Del cuaderno de partes se despidieron ese día Gerardo, Salomé y Marisol, los tres efectivos que cubrieron la última guardia del Grupo Municipal de Intervención Rápida (Grumir).

El municipio arzuano alberga la sede de un parque comarcal de bomberos y eso condenó a la desaparición a la brigada de emergencias, de acuerdo con lo pactado por la Xunta y la Fegamp. La amenaza planeaba como un fantasma desde hace años, pero no se ejecutó hasta el presente. Ya en enero, cuando se quedaron sin trabajo los tres capataces del Grumir. Y el pasado día 15, tal y como estaba anunciado, les venció el contrato a los restantes doce efectivos que integraban la brigada. Y de manera definitiva. Sin renovaciones, no como hasta ahora.

La despedida es agridulce. Lo segundo «pola satisfacción de ter axudado á xente en todo o que puidemos», dice Josefa, que, aunque oficialmente también colgó el uniforme, sigue atendiendo a los seis perros abandonados que había recogido la brigada. De momento no se han sacrificado con la confianza de que alguien responda a la llamada del programa de adopción en el que se han inscrito. Y el adiós es amargo por el trato recibido por parte de quienes decidieron darle la vuelta al mapa de emergencias de la comunidad. «Entre contrato e contrato, chegamos a pasar ata 5 meses sen cobrar nin unha soa peseta e vindo a traballar igual», cuenta Gerardo para explicar que se sienten «como a sola dunha zapatilla», dice su compañera Salomé. Reprochan que nadie se haya molestado en conocer su trabajo. Si así fuese, sabrían que «sempre fomos os primeiros en chegar e os últimos en marchar», asegura Josefa, que pone así en duda que uno de los criterios a la hora de redistribuir las brigadas esté definido por el objetivo de mejorar el tiempo de respuesta ante una emergencia. Creen, en definitiva, que se ha desvestido un santo para vestir otro por capricho político.

Las consecuencias: «O concello, dende logo, queda moi desprotexido porque nós estabamos aí para o que fora», afirma Salomé. ¿Quién atenderá, entonces, a los grupos organizados de peregrinos que ya han reservado para pernoctar en verano en el polideportivo con el que Arzúa refuerza la oferta de plazas disponible en los albergues de la Xunta?. Dice Salomé que «ninguén dá resposta a esa pregunta». Y dice bien. Los peregrinos no son cosa de los bomberos. Y Protección Civil es un cuerpo altruista. Aunque ya no desde la base, sino desde su casa, Josefa, responsable de la agrupación, cuenta que «vou seguir atendendo, na medida do que poida, os operativos do 112». Pero los voluntarios son eso, voluntarios, y un evento puntual no tiene nada que ver con un servicio que funcionaba las 24 horas. Porque, como dice Gerardo, «todo o mundo ten que comer».