«Se ha hecho mucho, pero faltan aún profesionales en la hostelería»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sordo, en las casas de Ramírez, donde se hizo su primera foto como presidente de la asociación.
Sordo, en las casas de Ramírez, donde se hizo su primera foto como presidente de la asociación. S. Alonso< / span>

Lucense de Xermade, llegó a Santiago en 1987 tras pasar 20 años en Suiza

07 sep 2015 . Actualizado a las 04:00 h.

Jesús Sordo es un clásico de la vida compostelana, sobre todo por su vinculación con la hostelería desde hace más de 25 años, pero lo cierto es que aterrizó en la capital de Galicia en 1987. Lucense de Xermade, en su familia el negocio de la restauración no es una novedad. Sus padres tenían una casa de comidas y un salón de baile. En las fiestas se iban con el toldo y vendían las cervezas a dos pesetas, al igual que las copas de anís. En aquella época en Xermade había 18 bares y un teléfono, así que no es de extrañar que el salón de baile funcionase tan bien. La entrada para las señoritas, cinco pesetas, y para los caballeros, diez. Además, ellas tenían el autobús gratis. Pero siempre compensaba, «porque el éxito estaba en si venían chicos».

Por más que se hable ahora de los botellones y las juergas estudiantiles, lo de antes sí eran movidas. «Recuerdo una época salvaje en la que había muchas peleas, empezaban dentro y terminaban fuera. Mi padre, una vez tocando en el salón, cogió el saxofón y se fue a encerrar a la cocina», recuerda Jesús. Porque además de hostelero, su progenitor tocó en muchas orquestas gallegas, como la Montecarlo, Mallorca y Venecia. Su hijo intentó seguir sus pasos, pero no le convenció la vida del músico. «A los 11 años estudié la primera parte de solfeo de Eslava, pero en aquella época era muy esclavo, los músicos a lo mejor tenían que caminar treinta kilómetros para ir a una fiesta».

Sí le convenció el tema de la hostelería, aunque su padre lo obligó a estudiar algo antes, e hizo maestro ajustador. No se ganaba mucho, y la emigración le tentó. Se fue a Suiza. Con 19 años, un contrato de trabajo y tres mil pesetas. Se pasó allí casi 20 años. Comenzó de lavaplatos y acabó los últimos cinco años de director de un hotel. Allí se casó y tuvo a sus hijos. Antes había regresado para hacer el servicio militar, y como lo suyo ya era la restauración, estuvo trabajando de cocinero para un general en A Coruña, Sanjurjo de Carricarte. En Suiza pasó buenos años, «me adapté muy bien, fue una experiencia estupenda». Pero llegó un momento en el que se planteó volver a Galicia. Y evidentemente en la rama de hostelería. Pensó en instalarse en Santiago, A Coruña o Vigo. En Compostela había estado visitando a su hermano, que sufrió un accidente siendo viajero en un autobús y estuvo ocho meses ingresado en la clínica Echeverri, ya desaparecida. «Me encantó la ciudad», cuenta. Y como le gustaba, y económicamente encontró un local que se adaptaba a sus necesidades, fue en Santiago en donde se afincó en 1987, abriendo ya el restaurante Bocalino en República Arxentina. Le costó el local 3,5 millones de las antiguas pesetas. Y si hubiese comprado el pub situado encima, 9,5 millones, «imagínate», dice. En Santiago, dice Jesús Sordo, «me han acogido de una forma extraordinaria». Hasta el punto de que desde un principio se implicó en la directiva de la asociación de hostelería.

Sobre el sector dice que mejoró muchísimo. También admite que «hay demasiado local. En épocas puntuales son necesarios pero hay más oferta que demanda». Sobre el nivel, «falta mucho profesional de la hostelería todavía, pero se ha hecho mucho, recuerdo como era antes la zona vieja, y ahora ves locales de alto nivel con grandes profesionales».

Compostelanos en su rincón Jesús Sordo García

Jesús Sordo García.

Hostelero.

«Algunas calles del Ensanche deberían estar peatonalizadas»

Presidente de Restauración en la Asociación de Empresarios de Hostelería de Santiago, Jesús Sordo es poco exigente cuando acude como cliente a algún local, «pero sufres mucho, porque ves cosas y dices, esto no es posible». Vive en Os Tilos pero le gusta pasear por Santiago, sobre todo en la ruta Xeneral Pardiñas, rúa do Vilar, Obradoiro. Asegura que la parte nueva «se ha hecho un poco a lo bestia», y aunque se ha ido mejorando poco a poco, es partidario de que alguna calle se peatonalice. «Deberían estar peatonalizadas, y eso es cuestión de inculcar a la gente que hay que dejar el coche en casa», resuelve.

Recién jubilado, dejó la asociación de hostelería, de la que era presidente en su rama de restauración desde hacía ocho años, y su mujer se quedó al frente el restaurante O Bocalino. Está encantado con esta nueva etapa, «de trabajar 14 horas al día a estar jubilado». Disfrutar de sus nietos, que viven en Francia, y viajar son dos de sus objetivos. De hecho en breve se va a Rímini. De momento, ninguno de sus tres hijos ha cogido las riendas del local, pero no lo descarta porque uno de ellos, además, es cocinero.

De Vilalba a Compostela

Sordo destaca lo bien que en Santiago se acoge a los lucenses de la zona de Vilalba -él es de Xermade, muy próximo-, y recuerda los casos del expresidente de la Xunta, Manuel Fraga; el cardenal Antonio María Rouco Varela; Ramón Villares, exrector, que nació también en Xermade; el expresidente del Parlamento gallego, José María García Leira; Darío Villanueva, que también fue rector y ahora preside la Real Academia; «e o modesto de hostalería, que tamén é de alí», dice entre risas.