El adiós de la discoteca más antigua de Santiago

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

El cierre del Don Juan pone fin a cinco décadas de historia en la noche compostelana

16 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo en el que se ligaba entre las cenizas de cigarros que al caer dejaban quemaduras en mullidas moquetas y en el tapizado de discretos sofás colocados estratégicamente para que no les diese mucho la luz. En esos tiempos se preferían las discotecas pequeñas y recogidas instaladas en sótanos sin mucha ventilación y escasa altura en las que la pista de baile se adivinaba por las luces que la señalaban en el suelo, como en los aviones. Esos eran los tiempos en los que triunfó el Don Juan, la discoteca más antigua de Santiago. Pero todo aquello es hoy ilegal, inmoral y hasta imposible, por lo que está claro que el Don Juan tenía que cerrar, y de ello se encargaron los vecinos de su edificio, la Justicia, el Concello y la imposibilidad de legalizar el local en el que bailaron varias generaciones de compostelanos, viajantes que recalaban en Santiago y ejecutivos con ganas de aflojar la corbata tras una larga jornada de reuniones.

El Don Juan abrió a finales de los sesenta, aunque vivió su auge, sobre todo, en los setenta y principios de los ochenta. Era la época de la movida, pero no eran los modernos los que recalaban en el Don Juan. Su barra y sus asientos estaban diseñados más bien para hombres maduros con espíritu joven, mujeres que se acoplaban a ese perfil masculino y jóvenes despistados que enganchaban en todas las toxeiras porque nunca sabían volver a casa. Por eso resistió al fin de la movida, porque en realidad siempre vivió al margen de ella.

Pero llegó la ley antitabaco, los controles de alcoholemia y el Madrid Arena, y las autoridades entendieron que había que ponerle freno al desmadre, y amparados en una legislación cada vez más estricta, se sucedieron las inspecciones que, en el caso de Santiago, provocaron recientemente el cierre del pub Metrópolis, de la discoteca Apolo o del Anubis, reconvertido en el pub V-3, también en Alfredo Brañas, frente al Don Juan.

Los vecinos del Don Juan, cansados ya del baile nocturno en el bajo de su edificio, lo tuvieron bastante fácil. Ausencia de ventilación, problemas de ruidos y deficiencias urbanísticas dieron lugar a una orden de cierre que los dueños de la discoteca trataron de evitar llevando a cabo obras de mejora. Solo consiguieron retrasar lo inevitable. Había que elevar la altura de la salida de emergencia siete centímetros y la comunidad de propietarios no autorizó la obra. El precinto estaba al caer, y cayó.

Desde el Don Juan se alega que ellos siempre tuvieron voluntad de legalizar las instalaciones y que si hubiese el mismo celo con otros locales, tendrían que cerrar la mitad de los que hay en Santiago, porque muchos incumplen con unas exigencias urbanísticas que nada tiene que ver con los locales que se construían hace tan solo un par de décadas.

Lo cierto es que si las inspecciones continúan y el Concello sigue aplicando el mismo rasero, habrá más precintos en la noche compostelana. Pero el Don Juan, en todo caso, tenía que cerrar. No era de este tiempo.