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Una de las particularidades del Xacobeo 2021 es que tiene una fecha fija. No es el 2023 ni el 2024, aunque hay otro año santo cercano. Este horizonte concreto encierra una traducción: los pasos alfombrados que se vayan dando de cara a ese objetivo finalizan ante el mojón del 2021.
En los años 90 el alcalde Xerardo Estévez instaló una ferruginosa escultura en lo alto de Xoán XXIII, frente al López Ferreiro. ¿Se acuerdan de su férreo palmito? La figura, titulada Encontro Cardinal, crecía hacia el cielo y recluía un reloj digital de cuenta atrás hacia el momento cumbre y el evento cimero: año 2000, Santiago capital cultural europea.
A propósito, ¿qué fue de esa pieza de 16.500 kilos de Luis Borrajo? Es la típica pregunta del curioso insatisfecho. Es fácil de contestar: sigue en su sitio, algo más devorada por el orín.
El ciudadano veía el tránsito temporal en ese reloj, y también los políticos que pasaban por Xoán XXIII, que se daban un golpe en la frente y aceleraban los programas, conscientes de que el cronómetro se detendría en enero del año 2000.
Ningún mecanismo escultórico marca hoy el acontecimiento del 2021, pero el tiempo (como la ciencia del maestro Tomás Bretón) avanza que es una barbaridad. ¿Y el programa xacobeo? No avanza una barbaridad, pero empezó a caminar. Ahí están las entradas de los Camiños remodeladas y el Monte do Gozo que acaba de emerger de los hierbajos y parece todo un descubrimiento.
Se intenta que el tablado al que subieron personajes tan dispares como Juan Pablo II y los Rolling Stones vuelva a resonar fuera de nuestras fronteras. Algunos famosos encierran las cuentas de Turismo de Galicia, y lo cierto es que son legión los fans de múltiples colores con la billetera preparada (o sus ahorros) para gozar de los conciertos del monte.
Trascendental
Son escalones hacia el xacobeo, un evento gallego con patente compostelana. Lo que hace falta es el edificio programático que habrá de albergar las dependencias del Xacobeo. Ya está cimentada la superficie con la comisión organizadora, y Feijoo acaba de anunciar la contratación del arquitecto, con rango (y emolumentos) de conselleiro. Las circunstancias aconsejan que no abunden las nóminas de ese tipo, pero la mejor glosa que pueden destilar todas las administraciones es que el comisario del Xacobeo se ha ganado el sueldo.
Si no hay nada encomiástico, más bien al contrario, es que alguna tecla se ha pulsado fuera de tono. El afinamiento comienza en la propia elección. El edificio es tan trascendental y capital para Galicia y Santiago que no puede admitir zozobras sísmicas. Resulta vital la colaboración bien coordinada de las administraciones y las instituciones, y ahí estará el arzobispo para bendecirla. Lo peor que podría suceder es que el inmueble del Xacobeo fuese subiendo como una torre de Babel, con los constructores hablando idiomas distintos. No es cuestión de ñoñeces del «estilo uno para todos y todos para uno», entre otras cosas porque los responsables de las tres administraciones no son precisamente Athos, Porthos y Aramis. Ni espadachines, salvo que les guste el papel.
Es preciso recordar los inicios de la gestación del comité organizador del Xacobeo. Iba a ser un nacimiento en el seno del Consorcio y pasó a ser una fecundación in vitro en el contenedor de una comisión. Un contenedor cristalino, se supone. Lo propuso la Xunta, quizás por ponerle una cara más familiar al Xacobeo 2021. La grandeza del Xacobeo no es cuestión de caras, es cuestión de mentes y de hombros. Y de arrimarlos adecuadamente. Todos. El escenario poco importa si la coordinación es plena y fructífera para hacer el gran Xacobeo, y si hay cabezas, no cabecillas, pensantes. Por descontado, la política actual no camina por cauces ingenuos. Y a menudo, en vez de mirar lo de adelante, se mira al de delante. En vez de poner el ojo en el 2021, se pone el reojo en el rival. Y no es precisamente el arzobispo.
Es un tic reflejo de la política que nada tiene que ver con la sensatez de los mandatarios a la hora recabar el éxito de los grandes eventos. La ciudadanía así lo piensa.