El terremoto festivo se sintió de norte a sur

P. Calveiro / d. Costoya / r. Pérez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Paco Rodríguez

La feria caballar reunió a miles de asistentes y el jolgorio se extendió desde el centro al Ensanche

26 jul 2018 . Actualizado a las 09:32 h.

Tras la resaca de los Fogos do Apóstolo, Compostela amaneció ayer animosa. Al ritmo de los bailes de los cabezudos y la música de bandas tradicionales, se desperezó la ciudad en el día grande de las fiestas patronales. El terremoto festivo se sintió de norte a sur. Empezando por Amio, donde la feria caballar reunió a miles de asistentes, llegados desde Viveiro, A Pobra o Fornelos de Montes. Y más de medio centenar de reses, incluidos ponis, asnos, ejemplares de competición de más de mil kilos o espigados y blancos como la nieve.

«O bo hai que pagalo e o malo non o quere ninguén», sentenciaba uno de Cambados. No todos compartían esta opinión. José Fandiño, de Ferrol, disentía: «Está barato, porque hai menos xente a comprar». A pocos metros de allí, Albino Vidal cerraba su última venta. Llevaba cinco caballos de carne, los vendió todos y compró otros cuatro. El tratante de Vimianzo es uno de los habituales en las ferias del Apóstolo y la Ascensión. Antes que él, ya iban sus padres y abuelos, explica. Y, como este, muchos padres que de pequeños les llevaron a ver a los cuadrúpedos para acariciarlos y subirse a ellos (con la venia del dueño), ayer secundaron esta tradición con sus retoños.

Lo que para unos fue una jornada lúdica, para otros fue de negocios. El mercado ganadero generó más de medio millón de euros. Sin contar, claro, las ventas de los puestos ambulantes del recinto, que tanto ofrecían dulces como embutidos, panderetas, guadañas o «todo a 10 euros» en joyería.

Bullir plurilingüe

A unos cinco kilómetros de allí, el casco histórico se convertía en un nuevo bullir de gente, hablando infinidad de lenguas. Las terrazas, de bote en bote. Y los trenes turísticos que recorrían la ciudad, hicieron gran parte de los viajes al completo. Como en la Pulpería García, en la carballeira de Santa Susana a las horas punta. La noche del 24, la carpa de la Alameda (con capacidad para casi 900 personas) estuvo al completo. Al final del día había vendido sobre 1.300 kilos de churrasco y 1.500 de pulpo. Y el ritmo fue también frenético ayer, hasta el punto en que el jovial parrillero Antonio, dueño del negocio, acabó refrigerándose a manguerazos los pies.

La típica estampa del Día de Galicia se volvió a repetir en la Alameda. Grandes y pequeños se subieron a las atracciones, probaron suerte en las tómbolas, saborearon el mítico algodón de azúcar, churros y rosquillas, o bien un merecido mojito para combatir el calor. Nada que ver con el «muy flojo» que vaticinaban los feriantes días atrás. A medida que la tarde fue avanzando, el Campus Vida se hizo protagonista del jolgorio con la clausura del Festigal.

Y en Mazarelos se desarrolló, entre manteles de colores y sombrillas de playa, la Romaría dos libros de Compostela Literaria, «un xeito de saír á rúa e desmarcarse das feiras tradicionais». Pusieron la música Irevire y Tiberevi. El combate de dibujantes y los juegos literarios atrajeron la atención del público.

Corenta coroas lembran a Rosalía de Castro

No ámbito do institucional, non todo xirou en torno á ofrenda ao Apóstolo. No serán, a igrexa de San Domingos de Bonaval reuniu preto de corenta institucións, representantes políticos de distintos signos e colectivos no aniversario da primeira misa en galego en lembranza de Rosalía de Castro. A escritora foi recoñecida como piar da identidade galega na cerimonia recuperada hai dez anos e organizada polo Foro Galicia Milenio, que comezou ao son do grupo de gaiteiros Os de Algures e acabou coa tradicional ofrenda floral no Panteón de Galegos Ilustres. Aos pés do lugar onde repousan os restos desta figura esencial para o Rexurdimento, foron depositadas 39 coroas.

Un acto que vén de 1932

Membros da Asociación do Traxe Galego acompañaron aos distintos representantes que participaron na ofrenda, cos cánticos da Coral de Ruada de fondo, poñendo a banda sonora á homenaxe. As últimas coroas foron as do xefe do Executivo galego, Alberto Núñez Feijoo, Carlos Baliñas Fernández -da comisión organizadora- e maila filla de Xosé Mosquera Pérez -galeguista iniciador, canda Manuel Beiras, da tradición da Misa de Rosalía no ano 1932-, Dolores.

No acto estiveron presentes, ademais do titular da Xunta e outros membros do Goberno galego; o presidente do Parlamento de Galicia, Miguel Santalices (que exerceu como delegado rexio na ofrenda); o da Real Academia Galega, Víctor Freixanes; así como moitas outras figuras do ámbito político e cultural galego.