Desde luego, hay más de uno que piensa que los gallegos somos sumisos. Aún debe de tener en su cerebro la imagen del galleguiño aparvado, tímido, con la boina en las manos y mirando hacia abajo. Porque de otra manera no se explica que se pretenda destruir paisajísticamente un castro tan importante en la historia jacobea de Galicia como el Lupario. Y no contentos con eso, como los gallegos seguimos siendo tontos de remate, si afecta al Camino Portugués (el segundo en número de peregrinos), qué más da, que tenemos muchos caminos más y que los peregrinos no se van a morir por pasar bajo una línea de alta tensión. Y si quieren un autorretrato -selfie, para los modernos- existen otros mil y un sitios donde hacérselo. Y desde luego, no hay ni que hablar de que la aldea afectada, Angueira de Castro, sea una de las que no ha sufrido la barbarie -esta sí tan gallega- del feísmo. Los vecinos siempre pueden vender su casa y comprar otra donde quieran, este es un país libre.
Castro Lupario -unido en la leyenda a la Reina Lupa, aquella a la que los discípulos de Santiago le pidieron un terreno donde enterrar al apóstol- fue limpiado por completo hace un par de años, y se convirtió en un gran mirador sobre gran parte del valle de Amahía. Encima su estado es bueno, con algunas de sus murallas externas a la vista. O sea, que en este caso el recorrido lo hacemos al revés: mientras en el castillo de Carbedo (Folgoso do Courel) y en el castro de Elviña (A Coruña) se logró tras años y años de protestas y presiones que quitasen las torretas de alta tensión, aquí los de Rois deben ser más parados y mira tú qué bonita les queda una línea de alta tensión. No me digan que no es maravilloso.