Cráneo jacobeo

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

17 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo debate sobre la existencia real de los restos del apóstol Santiago el Mayor en la Catedral tiene ingredientes propios del más apasionante thriller histórico. Es admirable el empeño de investigadores como el prestigioso antropólogo forense Fernando Serrulla por clarificar a la luz de la ciencia un asunto que oscila entre dos extremos: la cuestión de fe y el descrédito militante, pasando por la indiferencia. Porque la ciencia poco ha podido dictaminar hasta ahora, pues la Iglesia se ha cerrado en banda para preservar en el hermetismo de una urna de plata, junto a los supuestos huesos del patrón de España, cualquier duda que pudiera hacer tambalear el fenómeno jacobeo que convirtió a Compostela en bastión de la cristiandad y cuya autenticidad blindó León XIII con su bula de 1884 basándose en el dictamen pericial de 1879 encargado por el cardenal Miguel Payá a los catedráticos Antonio Casares, Francisco Freire y Timoteo Sánchez Freire. Un dictamen que, 142 años después, no resiste una revisión con mínimo rigor incluso antes de aplicarle la prueba de ADN o de carbono 14. Así lo corrobora ahora Serrulla, el único científico que pudo acceder a los restos desde esa sagrada conclusión, a quien no le queda más remedio que dar por zanjada la investigación que inició hace tres décadas, cuando solo durante diez días -y porque la Xunta lo encargó y la Iglesia tuvo que decir amén-, le permitieron analizar unas decenas de huesos sin poder llevarlos al laboratorio para un estudio más profundo, no fuera a ser. Hace casi diez años La Voz publicó su primera conclusión: las lesiones en el maltrecho cráneo atribuido a Santiago el Menor no corresponden al martirio que los textos bíblicos atribuyen al hijo de Alfeo. Y ahora, sin los vetados nuevos análisis de restos biológicos y echando mano de la documentación histórico-religiosa para intentar atar cabos, Serrulla añade la segunda hipótesis: esas lesiones son compatibles con el episodio leído de la muerte de Santiago el Mayor. ¿Es en verdad el cráneo del patrón de España? ¡Quién lo sabe! El poderosísimo Gelmírez tenía la certeza, pero también la encerró en la urna, para que no se tambaleara el mito histórico jacobeo. Me atrevo a aventurar una tercera hipótesis que probablemente sí resistirá hoy todo rigor científico: el Camino de Santiago y la Catedral superaron hace mucho este debate.