Pasión smart

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

14 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La vorágine smart, que nos arrastra hasta el punto del demostrado riesgo de sorbernos los sesos, se impone en la gestión de las ciudades. Hay entre nuestros munícipes pasión por lo que puede aportar la digitalización y el sufrido vecino asiste al espectáculo de una sucesión de proyectos para una urbe inteligente de difícil comprensión para los profanos del 4.0. Entre la fascinación y el escepticismo. Depende, porque algunas de estas iniciativas parecen necesarias, como el despliegue de un sistema de información y control del tráfico que, si es tan eficiente como se anuncia, resultará útil para evitar colapsos a la búsqueda de aparcamiento o, simplemente, para desprenderse del coche en una red de estacionamientos periféricos hoy, todavía hoy, inexistente. Eso sí, no casan demasiado con tanta innovación esas estridentes pantallas y cámaras con sus mástiles gigantes que han proliferado por las calles de Santiago como hongos en un bosque otoñal y que de momento apenas nos recuerdan el sabido límite de 30. Depende, porque en una ciudad como la nuestra no parece excesivamente complicado trazar un mapa de movilidad peatonal sin tener que ubicar sensores en bancos (sí, de sentarse) y puntos estratégicos: personajes como Manolo Prieto, heladero de verano, castañero de invierno en Porta Faxeira, clavarían la pulsión urbana por horas, días y temporadas con ojo tan certero como esa parafernalia cibernética, y sin costes de diseño, instalación y mantenimiento. Ya sucedió que la fascinación láser tipo Star Wars —de uso decorativo, hace tres décadas— fue enterrada en un depósito de trastos municipales. Que no ocurra lo mismo con tanta pasión smart.