Las refugiadas de Ucrania que viven en el Monte do Gozo buscan su oportunidad laboral
SANTIAGO
Solo tres personas encontraron trabajo de las 42 que continúan en el albergue
14 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.«Lo que más falta es una oportunidad para trabajar. Ellas quieren trabajar, aunque es muy difícil, porque sin el idioma...». Lo dice Janina Siwiec, trabajadora del albergue del Centro Europeo de Peregrinaciones Juan Pablo II del Monte do Gozo, refiriéndose a las ucranianas que allí residen desde finales de marzo. Explica que son 42 personas las que continúan en las instalaciones: 15 niños, ocho personas mayores, y las demás madres de entre 30 y 40 años y el padre de una niña con discapacidad, que pudo dejar el país por esa circunstancia.
Él es una de las tres personas que han encontrado trabajo, en la construcción. La otra es una chica, enfermera, que cuida a una persona mayor en Santiago, mientras uno de los mayores de 60 años del grupo se empleó como jardinero. Janina sabe que sin dominar el idioma es difícil acceder al mercado laboral, pese a que «ellas trabajarían en los puestos que salgan, como ayudantes de cocina, en hostelería, lo que haya». Porque la guerra continúa y no tienen perspectivas de regresar a su país.
Lo hicieron en las últimas semanas una persona de Járkov y una familia de cuatro miembros de Kiev, «porque tenían familiares enfermos». Quienes siguen en el albergue se esfuerzan por aprender castellano, con tres voluntarias que imparten clases tanto a los niños como a los adultos. Enrique Iglesias, de Nenos de Ucraína e Galicia, señala las gestiones realizadas para la gratuidad de cursos de español en la Escola Oficial de Idiomas de Santiago y en el Centro de Linguas Modernas de la USC.
Apunta también que intentarán viajar con ellos en autobús a Madrid el próximo mes, para realizar trámites ante la embajada, fundamentalmente relacionados con la expedición de pasaportes. Más burocracia: «A tarxeta sanitaria e os permisos de residencia e traballo xa os teñen», añade Iglesias. Cuestión distinta son las ayudas económicas. Janina Siwiec señala que van muy lentas, e Iglesias pone fechas: «En Servizos Sociais dixéronme que para a risga tiñan que estar censados seis meses, e un ano para outras»; al tener cubiertos alojamiento y comida, no tienen otra opción, explica mientras echa en falta mayor implicación de las instituciones.
Los refugiados pasan el verano con alguna excursión con Cáritas por la costa gallega, viajes a alguna ciudad en bus y visitas a las piscinas del Monte do Gozo.
Vania Caseiro: «Su futuro es tan incierto como la guerra misma»
En Ordes residen cinco familias de refugiados. Valeria y sus hijos Katia y Artem fueron los primeros en llegar, el 20 de marzo, a la casa de los Gómez Caseiro en Mercurín, que no saben cuándo podrán abandonar: «Su futuro es tan incierto como la guerra misma. Tienen clarísimo que quieren volver, pero con garantías de que todo esté bien», comenta Vania Caseiro. Señala que Katia, que cursa Veterinaria, había decidido el mes pasado regresar en septiembre, pero poco después se reprodujeron ataques en la zona de Kiev. Ahora se debate sobre qué hacer, porque su universidad quiere que el próximo curso sea presencial. La joven logró trabajar durante dos meses en una granja de Barbeiros, en un verano en que los siete se fueron de vacaciones al Portugal natal de Vania.
Los Noya Veiras continúan acogiendo a tres refugiados en su casa. Y el Concello, con apoyo vecinal, trajo a otras tres familias. Son, en total, 19 nuevos vecinos en Ordes procedentes de Ucrania.