La mercería Algui celebra sus 75 años en el casco histórico de Compostela: «Isto é grazas ao traballo dos vellos»

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Juan Ramón, en la mercería Algui de la rúa do Vilar, especializada en productos de costura y labores, medias y otra ropa interior. Algunos de sus artículos los trabajan casi en exclusiva y no se pueden encontrar prácticamente en ningún otro comercio. La campaña navideña es para ellos la más fuerte del año, dicen: «Xa non é o que era, pero segue sendo a principal para nós».
Juan Ramón, en la mercería Algui de la rúa do Vilar, especializada en productos de costura y labores, medias y otra ropa interior. Algunos de sus artículos los trabajan casi en exclusiva y no se pueden encontrar prácticamente en ningún otro comercio. La campaña navideña es para ellos la más fuerte del año, dicen: «Xa non é o que era, pero segue sendo a principal para nós». PACO RODRÍGUEZ

Anxos y Juan Ramón Delgado son la tercera generación de un negocio familiar que sigue en pie con el apoyo del cliente de toda la vida

14 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando las familias aristócratas y de la alta burguesía acudían trajeadas y enjoyadas al Café Casino, dos socios abrieron a pocos metros de allí un almacén de paquetería donde se vendía un poco de todo —desde lápices a zapatilla— y con el tiempo se convertiría en una mercería icónica de la ciudad. Alfredo y Guillermo fueron los fundadores de Algui allá por 1948, tal y como recuerda hoy la rotulación de su escaparte. Han cumplido ya los 75 años en pleno meollo del casco histórico compostelano, en la rúa do Vilar, y este negocio familiar se resiste contra viento y marea a desaparecer como pasó con gran parte del comercio tradicional en la zona monumental.

Al frente del establecimiento están actualmente dos hermanos, Anxos y Juan Ramón Delgado Núñez. Son la tercera generación en la mercería Algui, que acabó en manos de sus abuelos (Alfredo Núñez y Leopolda Lois) y luego cogió el relevo su madre, María Luisa. Sus cinco hijos crecieron jugando entre las cajas de los hilos. «O meu avó era moi neneiro e tíñanos entretidos descargando a mercancía. Entón o importante era ter abastecido o almacén, porque chegaban pedidos anuais. E, cando isto sucedía, poñíanos aos cinco irmáns a traballar... Era un traballo de nenos, claro», recuerda Anxos, quien lleva la profesión de mercera en el ADN. «Hoxe todo é moi distinto. Os tecidos cambiaron e a forma de traballar tamén. Agora non dependes tanto do almacén e podes conseguir calquera cousa case dun momento para outro», destaca la santiaguesa de 61 años quien, junto con Juan Ramón (de 58) mantienen viva la que ha sido su segunda casa.

El relevo no está claro: «De momento non hai candidatos». No les extraña tampoco, dicen: «As mercerías están a desaparecer. As que cerraron non volveron abrir e tampouco ves que nazan outras novas. É un comercio que está extinguíndose polo tipo de artigos que vendemos». Especialistas en hilos, material para labores y pantis, Anxos afirma que si ellos siguen en pie es «grazas ao traballo dos vellos, que botaban aquí horas e horas e, ás veces, nin collían vacacións». «Nós tivemos o traballo feito. Xa tiñamos a clientela e só tivemos que mantela», añade. De hecho, a pesar de estar en una de las calles más turísticas de Santiago, su público principal son los vecinos de la ciudad, fundamentalmente mujeres, las clientas de toda la vida. «Con relación aos maiores, moitos recordan vir xa de nenos a facerlle os recados ás nais. E temos tamén algunha xente nova, sobre todo artesáns e persoas ás que lle gustan as manualidades».

También los visitan muchos peregrinos, constata Anxos: «‘Podemos pasar e mirar?', preguntan. Moitos, incluso alemáns e ingleses, queren entrar porque recordan que no seu pobo había algunha mercería coma esta e alá xa non existen». Entre su público internacional destaca que tenían una clienta que hacía bolillos en Holanda y siempre se llevaba material de su tienda para su país: «Ela viña todos os anos e paraba no Suso. O Suso vello chamáballe María Tulipán e escribíase coa miña nai. Era unha persoa moi entrañable».