Subiendo al monte de O Castro para contemplar el Ulla a vista de pájaro

cristóbal ramírez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Arqueología aparte, la panorámica impresiona desde esos 278 metros de altitud

18 may 2024 . Actualizado a las 05:05 h.

Cosas de la historia: el concello de Vedra se prolonga al otro lado del Ulla, y una parte de lo que debía de ser Pontevedra es A Coruña. La web especializada patrimoniogalego.org lo dice así: «Debido as divisións eclesiásticas, a provincia da Coruña e o concello de Vedra intérnanse hoxe cos seus límites por este lugar na marxe esquerda do río Ulla, parte que debería pertencer ao concello da Estrada e á provincia de Pontevedra».

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Por supuesto, al excursionista eso le trae sin cuidado. Llega a Ponte Ulla, compra algo en su curiosa panadería, echa un detenido vistazo al cruceiro, a la fuente, al lavadero y a la iglesia de Santa María Magdalena y cruza el puente del siglo XVI (con grandes reformas en el XVIII) que ya casi nadie usa: el tráfico va por el de la nacional o bien por el de la autovía que une Santiago con Ourense.

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Y al cruzarlo una señal invita a ir hacia la izquierda por una pista muy estrecha que deja a la izquierda el precioso río Ulla, asciende suavemente y a los 700 metros remata en la ermita de Nosa Señora de Gundián, con un magnífico terreno ante su atrio.

El lugar es magnífico y seguro, pero obviamente si el tiempo no ayuda la estancia va a ser corta. Pero se merece un vistazo detenido, porque, aunque el edificio data de no más atrás del siglo XVI, en las cercanías —río por medio—se asentó en el IX una comunidad religiosa bajo la protección de San Juan Bautista. Fueron esos monjes quienes levantaron esta ermita, a la que accedían por un puente de madera del que nada queda.

En fin, aquel templo original es mero recuerdo porque el actual data, como queda dicho, de muchos años después. Muestra una sola nave, rectangular, con paredes en las cuales tanto se ven sillares graníticos como mampostería. Ahí mismo mana una fuente a la cual las gentes de las cercanías atribuyen propiedades milagrosas y curativas, especialmente para los niños. La tradición asegura que en otros tiempos los infantes eran bañados en aquellas aguas, y cabe pensar que mejor en verano, porque salen realmente frías.

De vuelta, se coge la pista ascendente con pendiente muy fuerte que deja a la diestra un hotel de esos con encanto. La subida no se olvida, y sobre todo no lo hacen quienes la acometen en bicicleta, un desafío ya popular en la comarca.

Arriba se extiende una planicie con algunas viviendas. Pero lo interesante es la cumbre que queda a la izquierda, y a la que no pueden pasar los coches. Un paseo, también ascendente, para ganar un imponente mirador: O Castro. Y se llama así porque, claro está, se construyó sobre una aldea prehistórica. Arqueología aparte, la panorámica impresiona desde esos 278 metros de altitud.

Si el reloj no impone su dictadura, entonces en vez de recorrer el mismo camino hacia Ponte Ulla la propuesta es alejarse planicie adelante buscando un punto que en sí mismo muestra la sencilla arquitectura (¡y el arte!) gallego de otros tiempos. Se trata de la capilla de las Angustias, en el lugar de Seixo, que primigeniamente estaba puesta bajo la advocación del apóstol Santiago. Y por cierto, el excursionista va a encontrar marcos con la flecha amarilla en numerosos cruces, porque por ahí pasa la mal llamada Vía de la Plata, nombre que pierde terreno a favor del Camino Mozárabe o Camino Sanabrés.

Dejando la ermita a la izquierda y un pequeño parque a la mano contraria, se desciende hasta encontrar la nacional que lleva de vuelta a Santiago.