Ana Castro: «En la zona vieja de Santiago tasé un busto de porcelana que valía más que la casa»
SANTIAGO
Tasadora de bienes muebles, su trabajo de valoración «objetiva» es esencial para el reparto de herencias
28 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El de Ana Castro es un trabajo que para cualquier persona curiosa puede resultar atractivo con solo enunciarlo. Si la escuchas hablar, definitivamente resulta emocionante. Ella tasa piezas artísticas e históricas, objetos de aparente valor, instrumentos, joyas, vajillas... todo tiene un precio y antes o después a cualquiera se le presenta la duda o la necesidad de saber cuánto vale lo que guardamos en nuestras casas. «Yo soy objetiva. No tiro hacia abajo o hacia arriba porque ni compro ni vendo, mi trabajo es investigar y determinar el valor de algo en un momento concreto», explica.
Gracias a su profesión, que le obliga a ser discreta, reconoce haber entrado hasta la cocina en el sentido real y figurado de muchas familias compostelanas y gallegas que han requerido sus servicios. Ha ayudado a liquidar pazos — «demasiados últimamente», lamenta— y ha valorado piezas de museos, pero sobre todo ha colaborado con herederos que necesitan conocer el montante de un patrimonio y ayudarles a hacer un reparto equitativo «que evite problemas».
Castro, que es licenciada en Historia del Arte, da clases en la Universidade y colabora con el equipo de expertos en Patrimonio de la Guardia Civil, hace una concesión a las anécdotas para recordar el día que la llamaron para hacer una tasación en la zona de vieja de Santiago. Le dijeron antes de llegar que había una pieza que alguien de la familia había adquirido en París hacía muchas décadas y que sospechaban que podría tener un valor importante: «Se trataba de un busto de porcelana, y era verdad, valía más que la casa».
No es lo habitual. Al contrario, a ella le toca muchas veces ejercer de psicóloga para ayudar a sus clientes a dejar a un lado el valor emocional de las cosas. Y otras tantas debe explicar que «ese reloj o ese cuadro» que en alguna ocasión escuchaste en casa que tenía cierto pedigrí resulta que ahora tiene un precio residual, porque las «modas» también cuentan.
Muebles y libros, a la baja
Le parece especialmente doloroso el bajo precio que tiene que poner a día de hoy a los muebles y a los libros. La globalización y la posibilidad de vender por medios digitales a personas que están a miles de kilómetros de distancia no ha repercutido en la apreciación de estos objetos. Al revés, ha saturado el mercado «y ya nadie quiere nada». En ese nadie incluye a las administraciones, cuestión que le preocupa, porque a día de hoy ni museos, ni bibliotecas, ni instituciones recogen nada, aunque tenga una evidente utilidad para investigar. Con todo, en Estados Unidos, un país rico pero sin patrimonio, es posible encontrar acomodo para casi todas las piezas artísticas, aunque resulte caro el envío y deba hacerse a través de intermediarios, «porque no es asumible para un particular».
Otro papelón al que se enfrenta esta granadina de nacimiento y compostelana de adopción es cuando aparecen objetos de indudable valor pero cuestionable procedencia. Normalmente la persona que lo tasa no tiene «nada que ver» con el posible delito que puede suponer tener un cruceiro o un colmillo de elefante, que ahora no tienen precio «porque no se pueden vender».
Castro admite que no sabe de todo, y cuando aparecen piezas complejas, como pueden ser las armas, busca ayuda en otros colegas especialistas. Y vibra al contar cómo se forma para valorar una pintura: «Voy a museos, ferias, utilizo revistas, catálogos, libros...» hasta dar con el artista o cualquier pista que ayude a fijar un precio de mercado. A veces tiene que valorar objetos y lo primero a lo que se enfrenta es saber qué es. Y otras —aprieta los labios y asiente— «concluyes que es una pieza invendible».