Seguramente ninguna senda peatonal y ciclable ha dado tanto que hablar ni ha llegado tan lejos, hasta la Fiscalía europea, como la que promueve la Xunta entre O Milladoiro y San Caetano, trece kilómetros. Y no debería, porque no hay motivo para tanto. La iniciativa abanderada por Borja Verea, diputado y jefe de la oposición municipal en Raxoi, es plausible porque por primera vez se hace algo seriamente para promover una movilidad alternativa y sostenible en la capital gallega, con capacidad real para fomentar el tránsito peatonal y el uso de la bicicleta para ir de un lado a otro de la ciudad y uniendo polos tan potentes como la propia localidad de O Milladoiro en un extremo, los hospitales, la estación intermodal o el complejo administrativo de San Caetano. La senda como infraestructura y, facilitado los medios, el programa éBici de la USC con apoyo del Concello para el préstamo de bicicletas para la movilidad entre los dos campus universitarios de la ciudad. Pero por buena que sea una iniciativa siempre puede tener detractores, y el caso de la senda no iba a ser menos. Que si la Xunta impone en la ciudad, que si es un despilfarro (cerca de 12 millones de euros, con financiación europea NextGeneration) y, finalmente, que si daña la carballeira del Banquete de Conxo, causa por la que Ecoloxistas en Acción y Conxo Aberto la llevaron a la Justicia. El camino hubiese sido más llano y recto si la Consellería de Infraestruturas que inició el proyecto hubiese dialogado previamente con los colectivos más sensibles y posiblemente se habría ahorrado el tropezón que obliga ahora a rectificar el trazado para esquivar el histórico bosque, aun teniendo en cuenta que intervenciones blandas como esta pueden aportar a espacios naturales un disfrute ciudadano que de otra forma difícilmente van a tener, incluso el Banquete de Conxo. Lo primero es que haya acuerdo entre las administraciones, en este y en otros casos, entre la Xunta y el Concello, y los obstáculos desaparecerán. Al contrario, trasciende la idea de que Santiago es un territorio a conquistar en vez de un espacio de cooperación, sea cual sea la dimensión y la naturaleza de las iniciativas que de una u otra forma implican a ambas partes, también una senda peatonal.