Desde el balcón-terraza del edificio de la Fundación Ría en la rúa Virxe da Cerca, espectacularmente rehabilitado con la certera mano minimalista del laureado arquitecto londinense-corrubediano-compostelano David Chipperfield, se aprecia una perspectiva diferente de la vaguada de Belvís, y uno extrae de ella conclusiones que le hacen pesar que, una vez más, estamos ante una oportunidad no tanto perdida del todo (aún), pero que Compostela no debe dejar pasar, porque se le presenta en inmejorables condiciones para aprovecharla, siempre que las sempiternas luchas políticas —sea quien sea el okupa del poder— no se empecinen en ponerle zancadillas. No siempre se presentan opciones tan favorables si realmente hay voluntad política para aprovecharlas, porque la social es incuestionable. Es evidente que el extenso verde histórico de Belvís, conexión natural del centro monumental con el parsimonioso transcurrir poético del Sar y con la zona nueva de la capital, es un paraje lamentablemente desaprovechado de Compostela, casi marginal, cuando cualquier ciudad que se precie de su pasado y de su presente lo exhibirla con orgullo y lo integraría como seña de identidad de trazo grueso en su vida ciudadana. Pero no. Belvís no existe. En la memoria más reciente de Compostela, Belvís fue noticia en la lucha electoral por el debate, de primer rango, en la campaña de las municipales del 2023, con la disyuntiva de si la piqueta debía caer sobre la polémica Casa da Xuventude. BNG, sí; Compostela Aberta, no. Convertidos en socios de gobierno, el asunto que unos y otros convirtieron en gancho electoral, desaparece de la agenda política municipal. Y desaparece toda opción de que, con el mínimo esfuerzo e inversión económica, Belvís se integre en la ciudad, como placentera conexión peatonal cotidiana entre las dos compostelas y como extensión del más céntrico casco monumental para todo aquel que nos visite. Mientras, la ciudad que disfruta de Belvís gozosamente en la intimidad y, por extensión, del barrio de San Pedro, sigue su vida cotidiana con descreída indiferencia hacia los portavoces políticos locales que agotan fuerzas, exhaustos, en acusaciones mutuas pero que dejan pasar oportunidades tan elementales, sencillas y que serían aplaudidas por los vecinos.