Se ha ido Francisco sin haber visitado Compostela, pese a que fue el papa reclamado con más intensidad desde estas tierras. Él mismo dio pie a ello porque en todo momento se hizo querer y dejó la puerta abierta a ese esperado viaje que finalmente no se produjo. Había con Bergoglio la sensación de que podía generar multitudinarios entusiasmos como los que suscitó en sus dos visitas Juan Pablo II, pese a que los fervores de la sociedad poco tienen que ver hoy con los de los años 80 del siglo pasado. Más entusiasmo, en todo caso, que con Benedicto XVI en el 2010. El argentino era un tipo próximo, simpático y de un perfil similar en los grandes trazos de su pontificado al del icónico polaco. Y nos unían el carácter latino y el idioma. Pero Francisco no acababa de decidirse. Fue pasando el tiempo y pasando por el Vaticano, varias veces, Alberto Núñez Feijoo, Mariano Rajoy, incluso Pedro Sánchez, y los arzobispos Julián Barrio y últimamente Francisco José Prieto, con el mensaje de invitación. No lo consiguieron ni el Apóstol en el doble año santo en el que convivió en la distancia con el heredero de San Pedro ni su admirado San Francisco en el 2015 dedicado al de Asís. Ni las juventudes católicas del mundo entero, pese a que llegó a darse por casi seguro que presidiría su encuentro en el Obradoiro en agosto del 2022, el año jacobeo que él mismo otorgó como compensación extraordinaria de un 2021 dramático por la pandemia. Es seguro que él quería venir, pero las circunstancias se pusieron en contra. Ya fuese por la lógica prioridad que el papa de los pobres dio en sus viajes a los países de la periferia de la cristiandad, aunque a saber dónde se encuentran hoy las mayores masas de pobres de espíritu en el sentido católico del término. Ya fuese por las tensiones políticas en España, porque no quería que se interpretase como un viaje de ese cariz, sino de pura peregrinación al origen espiritual de Europa; recuérdese su frase: «Si voy a Santiago, voy a Santiago, pero no a España». Ya fuese por los escándalos sobre los abusos sexuales intramuros. Y, al final, sus problemas de salud lo hicieron del todo inviable. No hay agravio. Visitó gran parte de Latinoamérica, pero no su propio país. Moraleja: monseñor Prieto, ya está usted redactando la invitación para que el sucesor de Francisco venga en el 2027.