La impresión en 3D abre un mundo de posibilidades en este pequeño paraíso friki de Santiago

SANTIAGO
![Marcos Pereiros en Vakaloura (en la Algalia de Arriba 46), un negocio cuyo nombre hace un guipo a su infancia, dice: «Mi padre era médico en la prisión de Monterroso y yo me crie allí hasta los 6 años. Ese centro penitenciario se llama Vacaloura [por el monte en el que se asienta], que además es un coleóptero muy chulo y con mucha historia». Y, aunque él cambió la grafía para distinguirse de la antigua tienda de manualidades que había en el Ensanche compostelano, aún siguen llamándole para pedir materiales de pintura o preguntando por el santuario de animales homónimo.](https://img.lavdg.com/sc/LhzolSalDdcQ8wHZF_wRg4dXuxs=/480x/2025/05/15/00121747310522283632251/Foto/SY16C8F1_14045.jpg)
Manuel Pereiras junta sus dos pasiones en su tienda del casco histórico, Vakaloura
16 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Por puerta de Vakaloura entran todo tipo de personas en busca de soluciones a medida: el que ha perdido la tapa del mando, el que necesita una nueva manilla para la autocaravana o cualquier otra pieza que descatalogada que ya no se fabrica. En esta tienda de la Algalia de Arriba, en pleno casco histórico compostelano, cuentan con cuatro impresoras 3D que abren un mundo de posibilidades, incluso para el diseño de interiores, ya que pueden crear desde una lámpara con una determinada forma hasta materializar la idea que uno tiene remotamente en la cabeza. «Además, aquí hago sublimación y corte y grabado láser para personalizar lo que sea: una taza, un felpudo, menaje del hogar... Estamos especializados en la alta personalización», dice Manuel Pereiras, un lucense de 40 años que vive desde los 6 en la capital gallega.
Él unió en el 2018 sus dos grandes pasiones en este establecimiento, el cual ofrece todo tipo de «merchandising friki». Explica que, aunque estudió un ciclo orientado con la construcción, en su día hizo un curso en Barcelona de software de animación y modelado: «Ahí fue cuando entré en contacto con el modelaje en 3D y empecé en esto como hobby, porque me permitía llevar a la realidad las cosas que tenía diseñadas en mi ordenador. Yo soy muy fanático de la tecnología, me encantan todos los aparatos, y acabé comprándome mi propia impresora 3D, que por aquel entonces eran muy caras, muy lentas y arcaicas»
Ese viejo modelo con el que comenzó todo, una Anet A8, está expuesta en Vakaloura ya que para él tiene un gran valor sentimental. «Las impresoras 3D han tenido una evolución increíble en estos años. Son diez veces más asequibles y accesibles. Ahora vienen con todo tipo de aplicaciones y sensores que se autocalibran... trabajan casi solas; y los materiales han pasado de ser derivados del petróleo a un biopolímero (PLA) biodegradable, compostable y que apenas contamina», destaca un emprendedor que usa esta tecnología para hacer figuras inspiradas en videojuegos o personajes del cine y de las series (desde un llavero de Beetlejuice hasta un posavasos de El Señor de los Anillos).
Manuel presume con orgullo de su lado friki, que para él —más que tener una connotación negativa— es «síntoma de cultura». «Entre la gente de mi generación, los niños de los 80 y 90, hay una nostalgia que nos lleva a volver a tener las figuras de nuestra infancia, como He-Man. Gusta mucho todo el mundo de Star Wars, y es algo que hemos pasado de padres a hijos, pero también está muy de moda entre los más jóvenes el anime japonés: One Piece, Naruto...», apunta un autónomo al pie del Camino al que felicitan habitualmente peregrinos de distintas ciudades y países por su pequeño paraíso friki en Santiago.

Reconoce que competir con los precios de las grandes superficies es imposible para los minoristas, aunque reivindica que se siga apoyando al comercio local y se haga «un esfuerzo por comprar en él siempre que sea posible, porque todo el dinero que la gente se deja en mi tienda yo me lo gasto en la panadería, el peluquero y la farmacia que tengo al lado y eso es buenísimo para la ciudad».