Protestas

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

23 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El Obradoiro se llena desde hace semanas día sí y día también. Y cuando se llena, de vez en cuando, aparece un grupo de manifestantes con tal o cual reivindicación, variopintas algunas de ellas pero que afectan a personas que se mueven por lo que creen que se merecen, lo cual es en sí mismo magnífico: no somos borregos que decimos amén a lo que decide el Gobierno, como los belgas o los suecos.

Por supuesto, el derecho constitucional de manifestación tiene la categoría de sagrado, igual que lo es el de libre expresión, aunque en ocasiones alguno nos hagamos cruces como cuando hace unos días escuchamos a quienes pedían pensiones más elevadas y quizás no sepan que España es uno de los países con pensiones más altas (vayan a Dinamarca a verlo, y pagan de skatt —IRPF— en torno al 50 por ciento. O a Gran Bretaña si quieren llorar).

Pero insisto en que me parece muy bien que pidan eso o que le regalen cuanto antes puntos al Compos para regresar a la categoría perdida. Lo que no me parece de recibo es que las manifestaciones o concentraciones tengan lugar justo en el Obradoiro y justo en horas punta. Amén de que me da la impresión de que ni alcaldesa ni concejales tienen culpa o responsabilidad ni en el caso de las pensiones ni en otros muchos, la imagen que se transmite a quienes acaban de llegar en ocasiones desde los Pirineos o desde Lisboa resulta penosa. Ese gran momento de alegría se lo amarga un megáfono. ¿Para qué? ¿Para pegarnos un tiro en el pie? ¿No sería más procedente manifestarse en el Parlamento que en el punto mundial de encuentro de peregrinos y turistas? ¿Qué ganan así? ¿Qué se lleven la imagen de que a nosotros no nos la dan con queso? Yo no lo entiendo