
El conjunto monumental que inspiró a la padronesa invita a una visita pausada
20 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Herencia rosaliana pura. En efecto, la iglesia de San Julián de Bastavales (así figura en una de sus paredes) recibe los calificativos de enorme, magnífica, impresionante, pero hubiera pasado por ser una más dentro de su selecta categoría si aquella poetisa compostelana que se abría paso en el mundo de la literatura no hubiera escrito sus ya famosísimos versos:
Campanas de Bastabales,
Cando vos oyo tocar,
Mórrome de soídades.
Cando vos oyo tocar,
Campaniñas, campaniñas,
Sin querer torno á chorar.
Algo dejó sin habla a Rosalía de Castro cuando vio Bastavales, en el municipio de Brión. Y no cuesta trabajo entenderlo, porque ese paraje en cierta manera solitario aunque incluya algunas viviendas y un bar rompe los esquemas. O por decirlo con otras palabras, no se espera que al dar una curva a la izquierda y comience el descenso aparezca, nítido, un conjunto monumental de esas dimensiones.
El templo no está solo, en absoluto. El coche queda en la enorme explanada con media docena de bancos donde manda siempre la sombra sobre el sol, concurridísimos en los atardeceres de tiempos atrás, auténticos faladoiros, lugares de encuentro tras la misa dominical o esperando a que llegara el coche de difuntos o después de que se fueran quienes habían acudido a dar el último adiós a alguien.
Y en esa explanada resístase la tentación de dirigirse inmediatamente a la iglesia y mejor elegir el sentido contrario con el fin de admirar de cerca el calvario y la trabajada fuente que brota a sus espaldas. Y entre aquella y esta, un palco de música de los pocos que por Galicia adelante no hay que derribar jamás, una muestra de cómo construir bien e integrándose con las piezas vecinas. A la derecha del palco, un estanque (seco) con un monolito que recuerda al filántropo Gerardo Senra. A la izquierda, un pequeño jardín (que quizás alguna vez pudo haber sido estanque también) para que no se borre la memoria del maestro Rogelio Rodríguez.
Ahora sí es el momento de ir al templo, pero ¿a cuál? Porque hay dos, uno detrás de otro, en un nivel superior el de atrás, más pequeño. El de delante es el de san Julián; el de atrás, la capilla del Carmen, de dimensiones casi gigantescas el primero, mayores que las de su clase la segunda. El principal exige su tiempo, porque parece haber sido construido para asombrar. Asombra, desde luego, su altísima torre, de cuatro cuerpos superpuestos y que alberga las campanas inmortalizadas por Rosalía. ¿Cuál es la mejor hora para disfrutar de todo ello? La propia poetisa lo indica:
Aló pó la mañanciña
Subo enriba dos outeiros,
Lixeiriña, lixeiriña.
Com’ un-ha craba lixeira,
Para oir das campaniñas
A batalada pirmeira.
A primeira d’alborada
Que me traen os airiños,
Por me ver máis consolada.
CRONOLOGÍA
Aunque la primera piedra se colocó en el siglo XVI, la iglesia de san Julián se remató en 1768 sobre otra de factura románica. En 1827 se construyó el campanario. Un año después quedaba terminado el magnífico atrio de sillares graníticos. Las escaleras, la capilla del Carmen, la fuente y el calvario tomaron forma entre 1864 y 1932.
CÓMO LLEGAR
Autovía a Noia, salida en el kilómetro 10, a la izquierda hacia A Picaraña por la AC-304 primero y la AC-300. Desvío a la misma mano, con la advertencia de que procede ir atento porque la señal es pequeña.