Gustavo Freire: «Siempre aposté por la zona vieja de Santiago y ahora recuperamos en ella un segundo bar»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Lleva cerca de 25 años de cara al público, ya sea en el restaurante Caney, en la sandwichería La Gustosa o, desde el 2019, en el Café Camalea, en la praza de San Martiño. En verano cogió junto a su socia, la Sala Fantástica, en la rúa Loureiros, que buscan convertir en un trampolín para bandas jóvenes. Él sigue viviendo en el casco histórico

17 nov 2025 . Actualizado a las 22:01 h.

A sus 48 años admite que, en alguna ocasión, y por ampliar mundo, se planteó vivir fuera de Santiago, una opción que finalmente desechó. «Aquí estaba mi familia, mi red… Cuando viajas te das además cuenta de lo satisfactorio que es vivir aquí, también con su cultura. Desde que me independicé siempre residí en el casco histórico, al principio por algo de romanticismo, pero, con los años, ya no me planteo otra opción, aunque ahora ya quiera un piso con calefacción», apunta divertido el compostelano Gustavo Freire. «Siempre aposté por la zona vieja y ahora recuperamos en ella un segundo bar», añade, aludiendo a la Sala Fantástica, un local, de la rúa Loureiros, que gestiona desde el verano junto a una socia. Ambos ya eran conocidos por el café Camalea, en la praza de San Martiño. «A la anterior dueña incluso la llamaban Sandra Camalea. Pero yo soy solo Gus», repasa.

Tras estudiar en Peleteiro y mientras cursaba Relacións Laborais en la USC, pasó por varios ámbitos. «Empecé como camarero en el restaurante Caney, en el Araguaney. Tras saltar momentáneamente a Vigo, donde trabajé en una empresa de cátering, volví a ese hotel, a su departamento de compras, donde estuve siete años. Los fines de semana iba además como personal auxiliar a un centro de menores, en una experiencia muy enriquecedora», valora. «Después de mi etapa en el Araguaney no me fui lejos... En uno de sus bajos abrí en el 2014, y siempre con ganas de emprender, una sandwichería, La Gustosa. Me gusta la cocina, innovar... Iba bien, pero al estar solo acabé agotado. Necesitaba coger aire y, en el 2019, Sandra "Camalea" me propuso buscar juntos un local para montar un teatro-bar. Al no hallar ninguno que se ajustase, le dimos una vuelta al Camalea. Fue la semana antes de la pandemia...», evoca.

SANDRA ALONSO

«En la reapertura, que resultó un punto de inflexión, y manteniendo la apuesta por la música funky o soul, introdujimos una pequeña oferta gastronómica. Yo rescaté algunos de mis antiguos sándwiches. Había uno, de pollo, que había renombrado como sándwich Jaione, al pedir la directora de cine Jaione Camborda cambiar siempre en él el pepinillo por el aguacate. En el Camalea lo hago, pero el original», sonríe. «Sandra ya había sido una de las alma máter de las sesiones de impro, con las que seguimos cada jueves. Gusta ver a muchos jóvenes, fieles, que vienen a escucharlas o a salir al escenario a improvisar, con la dificultad que conlleva. Hay gente con gracia natural; es un teatro divertido. Yo también salgo, pero soy nefasto improvisando», señala, sin negar su afición actoral.

«El gusto por el teatro me viene del colegio. Me dio clases Roberto Leal, el gran maestro de muchos... Luego seguí ligado a él a través de la compañía de teatro de cámara Ditea. En el 2018, cinco compañeros montamos la compañía A Feroz. Ahora iniciamos los ensayos de una nueva obra, que estrenaremos en Oporto, y que ahonda en la figura de Chelo Rodríguez, la última guerrillera gallega», avanza, razonando cómo exprime su tiempo. «Creo que las ganas de hacer cosas, de no estancarme, me ayudan a aunar todo. Soy algo inconformista... Aún así, tras irse Sandra, busqué a una socia, Saleta, para el Camalea», prosigue.

«En este bar hubo noches de monólogos memorables. No olvido uno de Evaristo Calvo, de la compañía Mofa e Befa, que estrenaba aquí y que cautivaba, también con sus pausas y sus silencios. Fue impresionante, con el local abarrotado... Los pubs de la Asociación Cultural Cidade Vella tratamos que esta zona, también por la semana, siga viva, pese a la pérdida de población. La programación conjunta que planteamos para Samaín o la que se baraja para Navidad prueba que lo intentamos... En cierto modo, los de Santiago debemos recuperar el territorio perdido», afirma, e incide en su anhelo de «hacer ciudad».

«Con esa ansia de recuperar a nivel local un local mítico, al que queremos quitar el sambenito que lo perseguía, con conflictos con los vecinos, no dudamos en coger en verano ese otro espacio de Loureiros. Buscamos que sirva de trampolín a las bandas jóvenes de Santiago. Se programan conciertos y allí suena música bailable, algo que puede ayudar a llevar gente a la zona vieja», enlaza. ¿Y cómo surgió el nombre de Sala Fantástica? «Improvisando», ríe.