Todo, se mire por donde se mire, pinta mal para la principal industria de Santiago, la del turismo. Se confirma la debacle del aeropuerto de Lavacolla como primera puerta de entrada de visitantes a Galicia, pese a que en octubre —30.000 pasajeros menos— apenas ha tenido todavía incidencia el recorte de vuelos de la temporada de otoño-invierno, en especial el rejonazo aplicado por Ryanair al suprimir su base operativa en la terminal y el 80 % de sus servicios. Y, lo que es peor aún, el empeoramiento de factores que alertan de una tendencia galopante a la debilidad estructural del sector, tal como han puesto claramente de manifiesto los hoteleros a la vista de los datos de demanda en septiembre, que tradicionalmente es el mejor mes del año en la ciudad, al caer al 83 %, cuatro puntos menos. Retrocede la ocupación de los establecimientos y el endémico problema de la escasa capacidad de retención de visitantes se agrava, con un ridículo promedio de 1,67 días de estancia, el peor registro de las ciudades del norte de España, así como el índice de rentabilidad de los alojamientos por plaza ocupada este verano, con Vigo y, sobre todo, A Coruña, superando por goleada a la capital gallega en sus evoluciones respecto al mismo período del año pasado, según el balance que ha hecho público Exceltur. Y por si todo esto no fuese preocupante, por cuanto sugiere un cambio de tendencia que va a ser difícil de remontar en el corto o medio plazo, ahora resulta que la solidez del turismo religioso, el vinculado a las peregrinaciones, puede tambalearse por la decisión unilateral del Cabildo de la Catedral de que se puede obtener la compostela realizando en Galicia únicamente la última etapa del Camino elegido, o sea, desde Arca en el Francés o desde Padrón en el Portugués, por ejemplo. El resto se puede hacer en cualquier parte de las rutas en territorio español o incluso en el extranjero. Puede que Santiago ciudad se resienta poco, porque los peregrinos, sí o sí, tienen que llegar a la Catedral, pero que se lo digan a los amplios sectores que viven del Camino en Melide o Arzúa, por citar a dos comarcas del área de Santiago directamente afectadas. Se desmasificará Sarria, de acuerdo, pero ¿no estaremos tirando piedras contra nuestro propio tejado?.