Los dos artesanos que replican joyas tradicionales gallegas en madera: «Es nuestra forma de difundir la cultura popular, con materiales naturales y sostenibles»

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Iona y Marcos muestran en el Mercado Galego da Creatividade joyas de Curruchela, que está trabajando para vender también sus piezas a través de una tienda «online» y anuncian que estarán la primera semana el Mercado de Nadal de Carreira do Conde. Allí ofrecerán tanto diseños de gran tamaño como otros pequeños más accesibles y, quizás, alguna nueva creación.
Iona y Marcos muestran en el Mercado Galego da Creatividade joyas de Curruchela, que está trabajando para vender también sus piezas a través de una tienda «online» y anuncian que estarán la primera semana el Mercado de Nadal de Carreira do Conde. Allí ofrecerán tanto diseños de gran tamaño como otros pequeños más accesibles y, quizás, alguna nueva creación. SANDRA ALONSO

Marcos Lorenzo y Iona Ibishi se conocieron estudiando Escultura en Santiago y se han unido para crear la firma Curruchela

23 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hará unos cuatro años, estudiando Escultura en la EASD Mestre Mateo, se conocieron en esta escuela de oficios santiaguesa Marcos Lorenzo Barreiro e Iona Ibishi. El compostelano de 52 años y la albanesa de 28 decidieron, al acabar el ciclo, asociarse para hacer juntos proyectos de escultura. «Estuvimos trabajando para una clienta madrileña que tiene muñecas BJD grandes de resina, que son figuras que la gente viste y decora. Queríamos pasarnos a un producto más ecológico», cuenta Marcos, el principal impulsor de la marca que lanzaron juntos. Ahora, en Curruchela, se dedican a crear joyas con maderas nobles inspiradas en la orfebrería tradicional gallega. «Es nuestra forma de revalorizar y difundir la cultura popular, utilizando materiales naturales y sostenibles», dicen.

«Todo lo que hacemos ahora sigue un proceso respetuoso con el medio ambiente, intentamos reducir los residuos y no recurrir a productos tóxicos. El tallado en madera es totalmente artesanal, empleamos un material natural —aprovechamos muchos restos de producción de la industria de fabricación de instrumentos musicales, esas maderas para guitarras o diapasones que son descartadas por tener una veta o imperfección— y, en vez de barnices, utilizamos acabados con cera de abeja o aceites de camelia que, además de tenerlos en Galicia, no producen alergias y son muy nutritivos para la madera», indica el escultor y artesano santiagués. Los colgantes, pendientes y pulseras de Curruchela se fabrican con ébano, con boj o buxo y bubinga (una madera africana muy dura a la que tenía acceso Marcos por sus trabajos de escultura anteriores).

Para los diseños, indica, contaron con el asesoramiento de una joyera tradicional de Santiago, Diana Fraiz, de Asuntos Imaxinarios: «Ella es familiar mía y actuó a modo de directora creativa, porque tiene mucho conocimientos sobre orfebrería tradicional gallega. Me propuso inspirarnos en esta idea y empezamos a documentarnos para ver cómo traducíamos en madera sapos, doas de Viana y otros diseños de los siglos XVII y XVIII conservados en lugares singulares, como el Museo do Pobo Galego o el Museo de Pontevedra».

El invierno pasado llegaron las primeras piezas de Curruchela a tres tiendas del casco histórico compostelano (De Cotío, Trisquel y Baraka) y en febrero la marca pasaba a formar parte del Mercado Galego da Creatividade, en la Caldeirería. «La acogida del colectivo de Creativas Galegas ha sido muy bonita. No solo te dan la oportunidad de exponer en un sitio con una ubicación inmejorable, con un sistema económicamente muy rentable y cómodo para los artesanos, además te reciben con muchísimo cariño. Yo, viniendo de la ingeniería industrial, que es un ambiente totalmente machista, ahora estoy trabajando con mujeres. Soy casi el único chico y el cambio ha sido súper satisfactorio. Estoy encantado de huir de toda esa testosterona y, que me hayan aceptado aquí, es muy halagador», añade Marcos.

Su clientela, aclara, se nutre tanto de un público local como de turistas: «Hay extranjeros, especialmente en los países del norte de Europa, que valora mucho más la creación artesanal. También es verdad que nuestras joyas tuvieron aquí bastante éxito las Navidades pasadas por ese toque tradicional y la novedad. Quizás es un producto más difícil de acceder porque las piezas son grandes y no se les da un uso diario, más bien son para ocasiones especiales, aunque también tenemos otras piezas a la venta más modestas y llevaderas».

«Nos comparan mucho con Silvereira, con su taller en Ames, porque los dos hacemos joyas inspiradas en los sapos tradicionales gallegos. Ellos optan por un diseño más moderno y colorido, muy bonito también. Nosotros hacemos un trabajo en las maderas nobles en volumen, no plano. Es algo más elaborado y los acabados lo que hacen es resaltar el tono de la propia madera. Fue un reto pasar de las piezas hechas en oro y plata, cosas muy delicadas con calibres muy finitos, a la madera. Exige hacer un acabado más bruto y robusto», subraya el artesano compostelano.

Como anécdota, recuerda que la primera venta que hicieron en el Mercado Galego da Creatividade fue «a una señora que venía con una blusa negra y se fijó en la pieza de buxo, que parece casi dorada y es muy llamativa. Le mostramos un conjunto de ébano con bolitas de doas de Viana, que con el negro satinado hace un contraste muy elegante. Resultó ser la presidenta del patronato del Museo do Pobo Galego y le encantó saber que habíamos cogido referencias del museo. Se llevó el sapo de tres piezas». 

¿Y de dónde viene el nombre de Curruchela? «Creamos una imagen y logo que mezcla una parte de ficción y una de realidad. Hay una foto de mi madre de cuando era pequeñita. Mi abuelo era fotógrafo, además de cartero y relojero. Cuando trabajaba en su escritorio, la sentaba encima de los reveladores de madera. Y hay una foto muy linda de ella allí con los pies colgando, vestida de galeguiña, con sus pendientes de sapo. Mi madre siempre ha sido muy riquiña, lo era antes y lo sigue siendo ahora. A veces le gusta cenar tostadas y escuchas el curruch, curruch, cuando las come... de ahí curruchela, que es una palabra inventada que para mí indica una persona riquiña y cariñosa. Entre las artesanas de Creativas Galegas hay una que ya llama así a su hija y me hace muy feliz. Me gustaría que algún día, por soñar, esta palabra llegase al diccionario gallego», contesta este creador de joyas y relatos que acarician el alma.