Arcea-Adames, la mejor prueba de que la diversidad tiene mucho que aportar

Emma araújo SANTIAGO / LA VOZ

AMES

PACO RODRÍGUEZ

Doce personas acuden cada día al centro de O Milladoiro para aprender y trabajar

27 abr 2024 . Actualizado a las 05:05 h.

«Aquí, lo que nunca tenemos es prisa ni presión», afirma Natalia Castro, directora y educadora del centro ocupacional Arcea-Adames, que con sede en O Milladoiro (Ames) ofrece atención especializada e individual a doce personas con distintos grados de discapacidad intelectual. Que no tengan prisa no significa, ni por asomo, que en este centro se pierda ni un segundo, ni tampoco alguna de las piezas que este grupo monta en una pequeña cadena de montaje con la que elaboran paquetes que Arcea-Adames suministra a Cunplangalicia, un centro especial de empleo con sede en Padrón que a su vez las vende a empresas de perfiles muy distintos, algunas de ellas con clientela por todo el mundo.

Esta actividad laboral, por la que el grupo de Arcea-Adames recibe una retribución semanal que cada uno utiliza como parte del programa de autogestión para pequeñas compras y consumiciones, es una pieza angular del centro amiense, pero ni mucho menos es la única. Esto obedece a que la asociación Arcea-Adames, que nació en el año 2001 promovida por familias con miembros con discapacidad intelectual, busca una atención integral para que logren su máxima capacitación en un espacio de cuidado y atención profesional.

La entidad cuenta hoy con más de 25 personas asociadas, que generalmente son familiares de sus doce usuarios, un número que puede aumentar en dos más, como recuerda Natalia Castro, que también destaca la valía del grupo, que aspira a tener más encargos. «Si hubiese alguna empresa interesada estamos abiertos a incrementar nuestra carga de trabajo. Tenemos tiempo y potencial muy bueno», destaca Castro, orgullosa de un equipo que, explica, «lo que tiene de bueno es que son personas que se fijan muchísimo. En las piezas ven cosas y fallos que yo no percibo, por lo que podemos ofrecer un trabajo perfectamente hecho».

Dos antiguos usuarios del centro, que partían con un alto nivel de autonomía, consiguieron un empleo fuera de Arcea-Adames, una prueba del éxito de este tipo de iniciativas, cuyo fin último es que cada una de las personas que atienden desarrolle todas sus capacidades al máximo, logrando objetivos que sorprenden muy positivamente a sus familias, que suelen pecar de sobreprotección.

PACO RODRÍGUEZ

Mientras la directora del centro detalla todo lo que hacen de lunes a viernes, una psicóloga se reúne de forma individualizada y sin prisa con cada una de las personas que acuden a Arcea-Adames. Antes de la pandemia la atención era en grupo, pero tras la vuelta a la normalidad decidieron mantener las consultas personalizadas porque se percataron de que con esta fórmula «avanzan más». Lo que sí echan de menos en la sede de O Milladoiro es un contacto físico más estrecho cuando salen del centro, porque en muchos casos son personas muy cariñosas pero muy vulnerables desde el punto de vista sanitario «y el covid sigue estando ahí», resalta Natalia, acompañada de Cristina Lamas, también educadora de Arcea-Adames, especialmente atenta a la cadena de montaje, que esta semana era de patas de un mueble que se vende por piezas.

Su día a día es intenso y nada monótono. De 9 a 17 horas y de lunes a viernes el grupo no para. De 11 a 12 tienen tiempo libre para un café y algunos salen del centro. También tienen servicio de logopedia y trabajan la autonomía personal y social para gestionar su dinero y protegerse. Y comen en un restaurante cercano, que ya es como su casa.