Santi Méndez, el masajista del Camino: «A los 15 minutos están roncando»

ARZÚA

Santi Méndez se estableció en Arzúa como masajista.
Santi Méndez se estableció en Arzúa como masajista. XOAN A. SOLER

Tiene Arzúa como base de operaciones «por ser la meta de la etapa más dura», pero Santi Méndez se mueve en un perímetro de 30 kilómetros ofreciendo masajes

07 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sorprende cuando dice que nunca ha hecho el Camino a pie. No le llama la atención. En bici, ha ido haciendo algunas etapas. Pero si contabilizáramos los kilómetros que hace por trabajo entre Sarria y Santiago, seguro que le entregaban varias compostelas. Hace dos años y medio que Santi Méndez (A Coruña, 1987) se estableció en Arzúa. Había estado trabajando como masajista en clínicas privadas, donde ofrecían tratamientos ayurveda, un sistema de medicina tradicional integrativa originario del subcontinente indio, y donde también hacía masaje deportivo, para lo que cuenta con formación. Y este último, junto con una modalidad más relajante, es lo que ofrece a los peregrinos que demandan sus servicios a lo largo del Camino. «Combino ambas modalidades, porque vienen cansados, quieren descargar las piernas, sobre todo, pero intento que no solo sea sufrir. Evidentemente, cada cliente me dice lo que quiere, dónde le molesta y yo le ofrezco», señala Santi, que apostó por asentarse en Arzúa por varios motivos. «La etapa de Palas a Arzúa es la más dura, hay bastantes pendientes, y es en la que los peregrinos más necesitan recuperar. Siempre que llegan a mi centro les digo que lo peor ya lo han pasado, les doy ánimos. Después hay alguna cuesta, pero no es tan duro como la etapa central del Camino. Esa es una de las razones por las que en su día busqué un centro aquí, también tenía en la cabeza Palas de Rei, pero es que, además, confluyen varios caminos, y la afluencia de gente es mayor. Pero la dureza de la etapa me animó a ponerme aquí».

Aunque la base de operaciones está en Arzúa, si se lo piden, y la agenda se lo permite —hay días que quedan llamadas sin contestar, algo que le da mucha rabia—, Santi se desplaza en un perímetro de 30 kilómetros.

La mayoría de las reservas le entran en el día, por lo que nunca se levanta sabiendo a qué hora termina su jornada. «Yo estoy hasta que haya trabajo. A veces son las 11 de la noche. Más que pedirme cita para esa hora, les digo que es la única opción disponible. La respuesta suele ser que es muy tarde, que ya estarán durmiendo, pero a veces, cuando hay mucho interés, me dicen que sí». Para él, los desplazamientos no son un problema, le limita más la dificultad a la hora de buscar dónde aparcar.

QUE LES TOQUEN LOS PIES

Muchos conocen a Santi antes de echar a andar. El boca a boca hace mucho, hay clientes que repiten o se recomiendan entre ellos, también invierte en flyers que va dejando en hoteles, pazos y albergues por el Camino, de ahí que algún peregrino le contacte con antelación, e incluso hay un cartel en la entrada de Arzúa, donde anuncia sus servicios. Los guías con los que tiene relación también lo llaman cuando tienen peregrinos interesados, y sobre todo, dice, le funcionan las búsquedas en Google. «De momento, no tengo Instagram, me da pereza, pero me lo estoy pensando».

Las peticiones suelen tener un denominador común: descargar las piernas. «Un masaje en los pies, aunque no tengan ningún problema, les sienta fenomenal, es lo que más les gusta. Si no traen ampollas, se lo puedo hacer, si tienen, ya es más complicado», apunta Santi, que insiste en que él no es fisioterapeuta, no trata lesiones, simplemente ofrece masajes buscando descargar musculatura y encontrar algo de relax. «La mitad, si no vienen con conversación porque les encanta charlar a la mayoría, por eso no pongo música, solo si me la piden, a los 15-20 minutos están durmiendo o roncando... Es una sensación que me encanta, porque veo la falta que les hace», indica el responsable de Santi Masajes («no me rompí mucho la cabeza, ahora parece que el 80 % de los locales que abren tienen que ser en inglés, y yo, aunque soy joven, soy muy de la vieja escuela).