Los peregrinos resucitaron el albergue medieval de Ribadiso, en Arzúa

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

ARZÚA

El conjunto histórico de alojamiento es un lujo a orillas del río Iso del que puede presumir Galicia

27 jul 2025 . Actualizado a las 04:50 h.

Con la agonía de las peregrinaciones a Santiago desaparecieron los hospitales —a los cuales ahora se llama comúnmente albergues— que acogían a los caminantes. Es tradición oral, quizás rumbo al mundo de la leyenda, que los dos últimos en funcionamiento fueron Montouto (A Fonsagrada) y Ribadiso (Arzúa). Unas paredes que acogían a algún devoto sin medios —los edificios eran meras ruinas— a principios de la centuria pasada, cuando agonizaban.

A partir del impagable impulso del Xacobeo 93 ambas instalaciones fueron recuperadas. La lucense carece de uso, se trata de un paisaje hoy arqueológico de gran belleza, sin más. La coruñesa recobró la vida en ese 1993, y en primavera y verano se ha convertido en punto de encuentro de peregrinos. Ribadiso ha recuperado su esplendor merced a una decisión de la Xunta y a los dineros que puso sobre la mesa para ejecutarla. Buena inversión.

La mejor manera de ir hasta este venerable hospital es dirigirse por la carretera de Arzúa a Melide y tomar el desvío a la derecha a Doroña. Ciertamente resulta posible continuar en coche por el Camino Francés (el único punto negro de Ribadiso es que los vehículos pasan por encima de su pequeño puente medieval, deteriorándolo), pero la recomendación es aparcar y seguir el itinerario jacobeo, primero en suave ascenso y luego en descenso. Y al dar una pequeña curva, el conjunto de edificios de Ribadiso, organizados en torno a un espacio que ejerce las funciones de patio, llena la retina.

El río recibe el nombre, claro está, de Iso. En invierno y parte de primavera corre muy rápido y en verano se embalsa y acoge a peregrinos sudorosos que terminan la etapa diaria rumbo a Compostela ansiosos por refrescarse. La corriente se salva por el citado puente, impecable, y se entra en la aldea, hoy toda ella dedicada al mundo de la hostelería. El albergue lo conforman los edificios, bajos, de la derecha, y está abierto todos los días del año, un lujo del que puede presumir Galicia, cuyo modelo alojativo para quienes tienen el Obradoiro como meta se ha exportado al mundo entero, desde Dinamarca a Brasil.

En la rehabilitación primó el intento de respetar al máximo la estructura de acogida que se levantó en el siglo XIII según algunos, en el XIV según otros, gestionada otrora por una cofradía de plateros. Mucha piedra vista, porque entonces no había tanto dinero como para camuflarla bajo una capa de cal. Ahí se daba no solo alojamiento sino también compañía, solidaridad y cena. Hoy continúa siendo un lugar mítico.

CÓMO IR

Quien no quiera recorrer el Camino Francés sino llegar directamente a este Ribadiso (existen otros enclaves con el mismo topónimo en Arzúa), en el descenso tras esta villa por la Nacional 547 se coge un desvío a la derecha, señalizado, y una vez abajo se gira a la izquierda, para acometer una larga recta que lleva al albergue.