Del Culler de Pau, el Mugaritz y el NaDo a su restaurante soñado en Melide

Natalia Rodríguez Noguerol
Natalia Noguerol MELIDE / LA VOZ

MELIDE

SAMUEL R.VALEIRAS

Pupilo de Olleros, Aduriz e Iván Domínguez, irrumpe en pleno Camino con una cocina diferenciada en la restauración local

15 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue acabar el ciclo formativo y plantarse con determinación a las puertas del dos Estrella Michelín de O Grove. «Presenteime en Culler de Pau e pedín facer as prácticas, quería que fose alí si ou si», cuenta. Javier Olleros se las abrió hasta la cocina. El chef gallego está, desde entonces, en la agenda de contactos de su móvil. Fue hace cinco años, y durante todo ese tiempo, el melidense Andrés Torreiro, que estudió el Ciclo Superior de Cocina en el CIFP Carlos Oza de Pontevedra, siguió curtiéndose en el oficio con los más grandes entre fogones. Fue pupilo aventajado de Andoni Luis Aduriz en el donostiarra Mugaritz —uno de los diez mejores restaurantes del mundo—, y en casa, también trabajó codo con codo con reconocidos profesionales como, entre otros, Iván Domínguez, chef de NaDo.

De lo aprendido con y de los mejores, «quedo coa esixencia e co compromiso de cada un, coas gañas e a motivación de medrar», cuenta Andrés Torreiro, que, a sus 27 años, empezó a construir en su Melide natal «un soño», confiesa, que comparte con, reivindica, «a mellor socia»: Maribel Álvarez, su madre. Con su apoyo se puso al frente, hace tres semanas, de su propio restaurante, un establecimiento que adquirieron en pleno Camino Francés, a dos pasos del bullicio urbano. En él, este joven cocinero empezó a darle forma a su ideal de cocina con una propuesta que dista de lo habitual en la restauración local. Lo que busca es «dar a probar cousas novas que se saian do común», apunta. La ensalada de tomates, lejos de la prosaica lectura de la carta, es uno de esos platos extraordinarios que llevan el sello del joven cocinero, que detalla un arduo proceso de elaboración que el más común de los comensales solo comprende con el paladar. «Pasa desapercibido, pero vale para evaluar si el restaurante le pone cariño», sostiene Samuel Rodríguez Valeiras.

Este cocinero y fotógrafo gastronómico de O Carballiño se sumó al equipo de apertura del restaurante de Andrés Torreiro. Son carne y uña desde que coincidieron en Culler de Pau, forman tándem en los «Cocina a cuatro manos» —eventos en los que dos chefs se juntan para crear un menú elaborado—, y planean, con la vista puesta en el futuro, digitalizar los actos con los que se promociona el sector en los presenciales fórum gastronómicos. Pero lo que toca ahora es hablar de D’Obra no Camiño, como así pasará a llamarse en breve lo que en los últimos 11 años fue el restaurante Casa Alongos. Para el nuevo establecimiento también hay planes. Andrés Torreiro planea darle un vuelco estético al local, acorde con el concepto de restaurante hacia el que quiere avanzar: un bistró «con alta cocina, pero más canalla», explica su compañero carballiñés. «E vanse dando pasiños», añade el chef melidense, que camina con una carta dinámica para la que, por más que rote, no pierde de vista el producto de temporada de proveedores locales y la estela de sus mentores: «son, realmente, un punto de inspiración», sostiene.