
Conocida en las redes como La reina del mercadillo, muchos van solo por sacarse una foto con ella y conocerla en persona
12 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Toda su familia por parte de padre es feriante. Rita Vidal lleva el mercadillo en el ADN. Su abuela, Hermosinda, tenía una tómbola y puesto de tiro al pichón con los que iba de feria en feria. No faltaba a la de Padrón, como tampoco lo hacía su hijo (Ángel) dedicado a la venta de textil, ni ahora su nieta, quien es ya la atracción de los domingos en la entrada del paseo del Espolón.
Esta pontevedresa de 47 años lleva asistiendo a la cita dominical desde niña, cuenta: «Si mi padre no me llevaba le montaba unos pollos tremendos». Ya entonces gritaba para atraer a las clientas. Es algo que nunca le dio vergüenza, dice, y un arte que fue perfeccionando con los años. Sus simpáticos reclamos a pie de feria la hicieron popular en las redes sociales, donde es conocida como La reina del mercadillo, y ahora muchos van a la cita padronesa solo por conocerla en persona y sacarse una foto con ella. No le pasa solo aquí, constata: «Hoy en Portonovo (Sanxenxo) vinieron unos que viven en Madrid y estaban estos días en O Barco de Valdeorras para verme. La gente me pide fotos y yo les grabo un vídeo saludando a su madre, o a quien sea...». Reconoce que esta fama repentina le ayuda a tener alguna venta extra —a ella y, muchas veces, también a sus compañeros, a los que les compran algo aprovechando que están allí—.
«Yo no quiero ser influencer ni nada de eso... Me han propuesto hacerme una página online, llevarme las redes... ¡Déjate! A mí con que me dé para vivir y hacer mis viajecitos ya estoy feliz. Me han pedido que haga envíos fuera de España, porque tengo muchos seguidores de otros países: Colombia, Uruguay, Argentina, Miami... pero yo estoy muy tranquilita así: trabajo por la mañana, a mediodía me voy a casa y tengo las tardes para mí», reflexiona una mujer que suma más de 46.000 followers entre las distintas plataformas (17,3 M en Tiktok, 21,1 M en Instagram y otros 8 M en Facebook). Irrumpió en ellas como La reina del mercadillo hace apenas 10 meses, en diciembre. Se grabó en un sábado en el mercadillo de Cambados y ese mismo día el vídeo tuvo más de 30.000 reproducciones (llegó a más de 100.000; aunque, el más viral, vendiendo bragas, superó el millón).
Su tono desenfadado y dicharachero conquistaron al público virtual. Ahora sube como la espuma en Instagram: «Hace dos meses publiqué un vídeo en Instagram y pasé, de repente, a tener 20.000 seguidores. Cada semana hay 1.000 nuevos... ¡sin comprarlos, eh!». Confiesa que su salto a las redes fue tras una reducción de estómago. Adelgazó 40 kilos y empezó a compartir contenido y mostrar su día a día como un ejercicio de superación, haciéndose llamar a sí misma Rita la bonita y luciendo una corona como buena reina del mercadillo. Al final, acabó ayudando a muchos otros, afirma. «Eso es lo más bonito. Me escribe gente que está pasando una depresión o un mal momento, a la que hice reír... hay un chico de Bilbao con cáncer que, después de la quimio, siempre veía mis vídeos... A mí eso ya me llena. No aspiro a más», concluye Rita, quien también ha utilizado sus vídeos como altavoz reivindicativo para pedir mejoras. «El alcalde de Padrón puso gravilla donde tengo el puesto. Critiqué el domingo que faltaba gravilla en el Espolón y el martes la estaban echando», relata orgullosa.
La primera corona que se puso, comenta, es una de las que vendía en su puesto en carnavales. La sustituyó luego por otra que le regaló una clienta, «muy chula, pero me quedaba pequeñita», y le obsequiaron también la tiara que luce actualmente, mientras vende «alfombras que no resbalan», toallas y sábanas de algodón. Aún recuerda cuando en Padrón se podían vender gallinas, pollos y otros animales. «Antes había muchos más puestos... era otro rollo. Mucha gente venía los domingos a Padrón porque ese día los panaderos no hacían pan y venían de Pontevedra y muchos otros lugares para comprarlo aquí. Es una tradición que aún sigue», dice la feriante a la que muchos recuerdan de pequeña ofreciendo la mercancía a viva voz por 100 pesetas junto a su padre. «Antiguamente nos ayudábamos unos a otros a recoger los puestos y paraban todos los compañeros a tomar el vino en el mismo bar, en la recta de Caldas», rememora.