Aún estoy recuperándome del susto de la semana pasada. He visto a padres y madres desesperados y desesperadas por toda la comarca compostelana, por Vedra, por Padrón, por Oroso, por las calles de Santiago… ¡Qué tensión! ¡Qué angustia! Tendría que remontarme a cuando estuve en alguna de las dos guerras que viví para recordar algo semejante, aunque desde luego guardando las distancias, aquí no hay bombas.
Pero sí, desesperados y desesperadas. El curso comenzó con la enseñanza pública hecha un asco, con los padres y madres aguantando estoicamente un año más la política de la Xunta que está a punto de sumirlos en la depresión. Lo advirtió con gran clarividencia la líder de la oposición parlamentaria, Ana Pontón, que se atrevió a decir lo que sabe todo el mundo en la comarca y presumo que en Galicia entera: «Non pode ser que as nais e pais estean desesperados e dando a batalla pola falta de atención aos seus fillos e fillas no ensino público».
El resumen es que se ha perdido una oportunidad para avanzar. Para exponer lo que falla y, sobre todo, buscar soluciones, en vez de tirar pedradas (dialécticas, por supuesto) al conselleiro de Educación. Se ha perdido una oportunidad de entablar un debate clarificador, cuyas conclusiones se puedan explicar a todos los ciudadanos, de por qué los libros de texto no son gratuitos, como pide la oposición, y así sabríamos sus propuestas. A mí no me parece nada mal, pero que me lo aclaren, por favor. O qué pasa en el Quiroga Palacios, en Touro o en Brión, donde hay quejas varias. ¿Están justificadas? ¿Qué responde la Consellería?
Creo que es lo que tiene que hacer la oposición. El resto, fuegos de artificio. Y de eso estoy muy aburrido.