Así fue el atentado en el que los Grapo asesinaron hace 35 años a dos guardias civiles en el antiguo Banco de España en Santiago

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El atentado se produjo el 10 de marzo de 1989 en el corazón del casco histórico de Compostela, en la praza de Praterías. Recuperamos testimonios de familiares de los agentes: «El día que los Grapo mataron a mi padre»

11 mar 2024 . Actualizado a las 14:04 h.

Una placa situada a la entrada del Museo das Peregrinacións, en el edificio de soportales de la céntrica plaza de As Praterías, en Santiago, recuerda desde el año 2019 la memoria de Constantino Limia Nogueiras y de Pedro Cabezas González, los dos guardias civiles que el 10 de marzo de 1989, hace justo ahora 35 años, cayeron abatidos por los disparos de un comando de los Grapo en ese edificio, que entonces alojaba al Banco de España, un punto de referencia trágico en la ciudad.

El atentado, que conmocionó a todo el país y que desde este domingo varios compostelanos no dudan en recordar en redes, se produjo mientras ambos agentes estaban realizando un servicio de guardia de 24 horas en el inmueble. A las 11.20 horas cinco terroristas, dos hombres y tres mujeres, entraron en el edificio y les dispararon a sangre fría. Uno de los agentes estaba sentado en una silla cuando una bala de revólver le destrozó la cabeza. Su compañero cayó inmediatamente. Constantino Limia Nogueiras, de 52 años, estaba casado y tenía tres hijos. Pedro Cabezas González, de 47, también estaba casado y tenía dos hijas.

Así recogía la portada de La Voz de Galicia el atentado de aquel 10 de marzo de 1989
Así recogía la portada de La Voz de Galicia el atentado de aquel 10 de marzo de 1989

Cuando los terroristas entraron en el banco, nueve empleados cumplían con sus tareas rutinarias. Siete de ellos lograron esconderse en el sótano. Uno de ellos era Porfirio Nistal, quien en el 2019 revivía así en La Voz lo sucedido tras escuchar un gran estrépito en el área de la puerta.

«Creí que estaban repeliendo una entrada agresiva. Pero de repente veo cómo alguien le dispara un tiro en la nuca a un guardia», rememoraba Porfirio Nistal, quien también vio caer a otro guardia, aún más cerca, aunque una columna le ocultó la escena del disparo.

La acristalada puerta exterior hacía imposible escapar, y Porfirio y demás empleados corrieron escaleras abajo hacia una dependencia inferior, aguardando verse encañonados en cualquier momento.

No llegaron a estarlo, pero sí su compañero Felipe Álvarez, quien lidiaba con una impresora y permaneció inmóvil. «Me quedé de pie, atónito, al ver morir a los dos guardias», comentaba también a La Voz. Los grapos centraron su atención en él. Había una chica más que no logró huir, pero se quedó aterrorizada boca abajo en el suelo y los terroristas la dejaron en paz.

Felipe recordaba cómo un empleado, antes de escapar, había conseguido retirar la llave de la cámara acristalada del dinero. Él, a pesar de estar encañonado para que abriese la caja fuerte en la que se guardaban 15.000 millones de pesetas (90 millones de euros), no se derrumbó. Les gritó que la puerta era blindada y que no se podía abrir. «Creí que me iban a matar», confesaba en La Voz.

Eso también creyeron sus compañeros, que permanecían ocultos, cuando, después de escuchar «cabrón, hijo de puta, abre la puerta o te matamos» dirigidos al inerme Felipe, sonaron cinco disparos. «Inmediatamente pensé: se han cargado a Felipe. Adiós, amigo», evocaba Porfirio. Sin embargo, los cinco tiros impactaron, sin éxito, en la puerta blindada del dinero.

Los terroristas huyeron a pie y sin el dinero. No lograron abrir la estancia donde se guardaba pese a que dispararon contra la puerta blindada. Las huellas en el cristal las vio Benito García, entonces periodista de la Cope, que llegó al banco segundos después del atentado, cuando aún los empleados seguían en su escondite. La crónica del día siguiente al atentado en La Voz explicaba cómo «los terroristas huyeron a pie, cruzando el casco histórico de la ciudad compostelana hasta la zona del Ensanche, en donde, según testigos, tomaron un automóvil Talbot Horizon de color amarillo. La Policía y la Guardia Civil establecieron severos controles en Santiago y otros puntos de Galicia».

Por el atentado de Santiago fueron condenados los grapos Fernando Silva Sande, Laureano Ortega, Guillermo Vázquez, María Jesús Romero y otra mujer, ya fallecida. A Silva Sande, natural de Carnota, le impusieron 60 años de cárcel. Tres de ellos fueron detenidos por la Policía en Madrid en 1990 y otros dos por la Guardia Civil en 1992 en Santander.

Desde el día del atentado los familiares de los fallecidos no han parado de recordarlos en páginas de La Voz. En el 2019 era José Luis Limia Vila, hijo de Constantino Limia, quien revivía lo sucedido. El 10 de marzo de 1989 él estaba en el colegio La Salle de Santiago. «Vino a buscarme la mujer de un guardia civil. Me dijo que mi padre había sufrido un accidente. Cuando llegamos al cuartel lo entendí todo»; «Yo tenía 13 años el día que los Grapo mataron a mi padre», destacaba.

Mayte Cabezas, periodista de la TVG, era presentadora del programa Arestora cuando mataron a su padre. Admitía que, tras el atentado, hubo veces en que no fue capaz de ponerse al frente de las cámaras, como le ocurrió en marzo del 2004: «Eu estaba no equipo especial da TVG que cubría os atentados do 11-M. E non puiden facer o meu traballo. Non fun quen de contar aquela traxedia».

En el 2019, en un acto, las familias de los fallecidos reclamaron que ese homenaje no se quedase en una «anécdota afectuosa a recordar no futuro», sino que sirviese como «punto de inflexión para que as vítimas do terrorismo en Galicia conten, como no resto de España, coa mesma visibilidade e co mesmo apoio».