En la nueva selectividad se hará especial hincapié en la gramática, el léxico y la ortografía. Hay quienes opinan que restar puntos por faltas de ortografía en los exámenes de Letras tiene sentido, pero hacerlo en los de Ciencias es contraproducente, porque se ponen piedras en el camino a futuros grandes biólogos, físicos, químicos, matemáticos, ingenieros, informáticos o médicos.
En los exámenes, los enunciados partirán de contextos reales del alumnado. Supongamos una pregunta en el examen de Biología en la que se parte de un turista pidiendo en una tasca de Camariñas una ración de mejillones, para analizar las características de la especie y el impacto ambiental de su consumo. Supongamos un alumno de los que quiere ser influencer, como la mayoría de los jóvenes españoles, preocupado por el lenguaje inclusivo, pero no por el lenguaje.
Criticará el término mejillón por sexista; sin embargo, no cuestionará el término turista, que le parece que contribuye a visibilizar a las mujeres, aunque oculte a los turistos. Explicará que los mejillones no presentan dimorfismo sexual, pues machos y hembras son idénticos en apariencia, pero lo hará diciendo que están adaptados a un mundo cada vez menos binario, más asexuado o intersexual, alejado de la arcaica construcción patriarcal que no tenía en cuenta el sexo fluido. Concluirá que lo importante es el sentimiento de cada cual, incluido el del mejillón, a la hora de la autodeterminación de su identidad de género, que hasta puede variar en el tiempo.
Ante observaciones de tan alto nivel, más psicológicas que biológicas, ¿qué más da que en el examen escriba, aleatoriamente, mejillones, megillones o megiyones? Si, además, como activista del lenguaje inclusivo, escribe «mejillon@», habrá que restarle puntos haciéndole ver que la arroba no es una letra, sino un símbolo informático, y, por ello, otra falta de ortografía. Claro que, para algunos, sobre todo para los que cometen faltas, la ortografía es una tontería.