«Homecoming», cuando menos es mucho más

PLATA O PLOMO

El salto de Julia Roberts a la pequeña pantalla, capitaneado por Sam Esmail («Mr. Robot»), es una maravillosa paranoia que se engulle del tirón

07 ene 2019 . Actualizado a las 19:24 h.

Homecoming no se parece a nada de lo que hayamos visto últimamente. En primer lugar, porque sus diez capítulos duran escasos 25 minutos, esperanza de vida frecuente en comedia, pero poco habitual en drama -y cómo se agradece de repente la agilidad-. Y en segundo, porque se cierra con un último episodio tan agudo visualmente como reconfortante, todo un gusto para los sentidos. Cierto es que el nuevo trabajo del creador de Mr. Robot, Sam Esmail, ha pasado más que menos desapercibido desde su estreno, ya el pasado 2 de noviembre en Amazon Prime Video sin pompa ni trompetas, y que solo supimos de él por el reclamo para atraer a la audiencia que el márketing eligió con todo el sentido común: la presencia en su reparto de Julia Roberts. A la pretty woman la escoltan, sin embargo, todo un elenco de lujo que eleva considerablemente esta ficción: Bobby Cannavale, a quién ya vimos en la obsesiva serie de los hacktivistas y también en Vinyl; el camaleónico Shea Whigham, tan empecinado aquí (Boardwalk Empire, Fargo); Alex Karpovsky, habitual de Girls; Jeremy Allen White, Lip en Shameless; Sissy Spacek, esa estupenda madre en Bloodline; Stephan James (Selma); Marianne Jean-Baptiste, abogada  fiera de la segunda temporada de Broadchurch; o Dermot Mulroney, que apenas hace un cameo, pero que ahí está. 

Con todos estos monumentales profesionales de la interpretación, Esmail construye un relato que parece amable hasta que todo comienza a oler sospechosamente mal. Y cuando el espectador, aturdido, empieza a cansarse de no comprender absolutamente nada, absolutamente todo comienza a encajar; el nudo, a desatarse. ¿De qué va Homecoming? De un bucólico centro militar en el corazón de Florida en el que se desarrolla un innovador programa que promete «rehabilitar» a los jóvenes héroes americanos a su vuelta de las trincheras de Afganistán. Al frente, una psicóloga experta en escarbar en el trauma (Roberts) y un apampado experto en habilidades sociales (Karpovsky). Vigila el experimento, siempre en la distancia -no vaya a salpicarse-, Cannavale, en la piel del ambicioso Colin. Y hasta aquí podemos leer.

Puede que Homecoming deba su ligereza -no confundir: no es trivial ni ingrávida-, a su ejecución: está inspirada en el podcast homónimo de sus dos guionistas Eli Horowitz y Micah Bloomberg para la productora Gimlet Media, de ahí esa sensación de improvisación que conduce a la desorientación. Qué es lo que está pasando. Por qué Heidi sirve mesas. ¿No era psicóloga? Qué fue de Walter Cruz. Qué pasó. Es sofisticada y elegante, paranoica y claustrofóbica, con el plano secuencia de rigor, relatos paralelos y una narración ocasional a pantalla partida que funciona sorprendentemente bien. Y da respuestas. Lo que a día de hoy es de agradecer.

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