Arnold Schwarzenegger, una vida de ambición desmedida

Oskar Belategui MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

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El actor  pasa por encima de los aspectos más oscuros de su biografía una serie documental de Netflix

21 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Arnold arranca con su protagonista fumándose un puro en un yacusi rodeado de montañas nevadas y concluye, tres horas más tarde, con David Bowie cantando Heroes en alemán. Un vistazo a la sala de trofeos del actor en su fastuoso chalé alpino, con dos gigantescos retratos de su época de culturista, certifica que la modestia no forma parte de la egocéntrica personalidad de Schwarzenegger, que el mes que viene cumplirá 76 años.

Coincidiendo con el estreno de Fubar, una serie de Netflix que mezcla comedia y acción tratando de resucitar la fórmula de Mentiras arriesgadas, el actor repasa su increíble vida en un documental disponible en la plataforma. Cada uno de los tres capítulos habla de una faceta cronológica: culturista, actor y estadounidense, es decir, gobernador de California durante siete años. Términos como competitividad, superación y ambición vertebran un relato que también tiene zonas oscuras, por las que el exmíster Universo pasa por encima.

A estas alturas, Schwarzenegger es un icono pop, uno de los hombres más conocidos en el planeta, a pesar de que en el cine no levanta cabeza desde su operación de corazón en 1997. Fue terminar el rodaje de Batman y Robin y correr al quirófano con los pulmones inundados de sangre. Tras dos intervenciones seguidas pudo salvar su vida. No lo recuerda en el documental, pero posteriormente ha sufrido otras dos operaciones para reemplazar una válvula del corazón. Según él, la culpa es de un problema congénito, aunque quizá los esteroides tengan algo que ver. «Solo los tomaba durante cuatro meses al año», jura en la serie.

Aquel niño de la aldea austríaca de Thal no era muy feliz con una madre obsesionada por la limpieza y un padre jefe de policía, que combatía el estrés postraumático de la guerra que perdió dándole a la botella. Arnie soñaba en el cine. Veía en los noticiarios los rascacielos en blanco y negro de Manhattan y se preguntaba por qué él no era americano. Una película, Hércules en el centro de la tierra (1961), le cambió la vida. Desde entonces quiso modelar su cuerpo a semejanza del de su protagonista, Reg Park.

Los concursos de culturismo fueron su pasaporte para establecerse en Estados Unidos en 1967. «Fue llegar y sentir que por fin estaba en casa», recuerda. Ganó 13 campeonatos mundiales y entendió en el mítico Gold's Gym de Venice Beach que era igual de bueno con las pesas que motivando a la gente que tenía a su alrededor. Los complejos familiares se acabaron con las sucesivas muertes del padre y de su hermano mayor, el favorito de la familia, el más fuerte y listo, que murió borracho en un accidente de coche.

El mejor Conan posible Schwarzenegger ya era millonario antes de rodar una sola película. Supo que necesitaba una formación en Empresariales y aprendió pronto a hacer dinero: con anuncios en las revistas de culturismo o comprando edificios de apartamentos y oficinas en Santa Mónica. Su reto ahora era ser actor, o mejor dicho, estrella de cine, pese a un físico tan friqui que le encasillaba y un acento que nunca ha logrado quitarse. Fue el mejor Conan posible y un robot que venía del futuro para salvar a la humanidad en Terminator. James Cameron sonríe al recordar que en la secuela, cuando el personaje era bueno, Schwarzie se sorprendía de que no matara a nadie. Stallone apunta que si uno hacía una película con cincuenta muertos, el competidor respondía con otra con cien.

Armado de las frases de sus personajes, «I'll be back'» y «Hasta la vista, baby», el actor aprovechó en el 2003 el mal momento económico que atravesaba California y se presentó a gobernador sin ninguna experiencia política. Si Ronald Reagan había sido presidente, cómo no iba a llevar las riendas del estado más rico del país un culturista austríaco. Días antes de las elecciones, el diario Los Ángeles Times denunció que más de una docena de mujeres habían sufrido abusos sexuales por parte de la estrella, pero en la era anterior al #MeToo el escándalo se acabó con unas tibias disculpas.

La aparición de un hijo ilegítimo que Schwarzenegger tuvo con la gobernanta de su hogar acabó con un matrimonio de 25 años. «No hablo del tema porque es mi cagada y ya le he causado suficiente dolor a mi familia. Tendré que vivir con ello el resto de mi vida», reflexiona este líder de opinión mundial, al que Obama agradece las leyes medioambientales pioneras que aprobó en California y que tan pronto condena el asalto al Capitolio como el antisemitismo de Rusia y la invasión de Ucrania. A gusto en su caricatura, conduciendo gigantescos Hammers y fumando puros, Arnold sigue metiendo horas en el gimnasio junto a ese chaval que mantuvo oculto durante catorce años. Es un Terminator viejo, se escucha en la serie, pero no obsoleto.

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