Gema R. Neira: «Desde las historias populares se pueden provocar los mayores cambios sociales»
PLATA O PLOMO

La guionista y productora de Bambú Producciones estrena este viernes en Netflix la comedia de época «Manual para señoritas»
27 mar 2025 . Actualizado a las 13:34 h.En pleno apogeo de las series españolas de época llega este viernes a Netflix Manual para señoritas, una comedia romántica protagonizada por Nadia de Santiago y ambientada a finales del siglo XIX pero con una estética y un discurso próximos a la actualidad. Lleva el sello de Bambú Producciones y cuenta con Gema R. Neira (A Coruña, 1982) como cocreadora (junto a María José Rustarazo) y como productora ejecutiva por primera vez en solitario.
—¿«Manual para señoritas» conjuga las producciones de época de Bambú con un estilo más fresco en la línea «Bridgerton»?
—Es la referencia que pone todo el mundo, pero el tono es muy diferente al de Bridgerton. Para empezar es una comedia, no un melodrama. Lo que sí tienen en común es ese gusto por la estética y por modernizar las historias de época. Eso y que también habla de historias de amor. El objetivo de esta serie era renovarnos. En Bambú, y yo personalmente, hemos hecho todas las épocas del mundo, hemos cubierto muchas franjas y siempre desde el melodrama, el drama romántico o, como en Velvet, desde la comedia romántica. Pero queríamos dar un paso adelante en cuanto a la narrativa y acercarnos a gente más joven. Manual para señoritas es una comedia y cuenta la historia de una carabina, Elena Bianda, que llega a casa de la familia Mencía para ayudar a sus tres hijas a encontrar marido. El padre se ha quedado viudo hace un año y decide que es hora de que sus hijas vuelvan a la vida social. Lo que nos gustaba de elegir a una carabina como protagonista es el hecho de que siempre es un papel secundario, de espectadoras en las historias de amor. Por eso nos gustaba convertirla en la persona que se enamora y, por supuesto, lo hace del chico equivocado. El espectador verá que se cuenta de una manera muy fresca y con una narrativa particular. Por ejemplo, la protagonista habla a cámara, hay una intervención de un narrador que interviene en la historia, pone música... Es una reflexión para reírnos un poco de lo tontos que nos ponemos cuando nos enamoramos, a la vez que disfrutamos de ese momento tan fantástico.
—«Reconócelo, estás deseando verlo», dice la protagonista a cámara en el tráiler. ¿Es un mensaje contra los prejuicios hacia las series menos sesudas?
—Efectivamente, es un prejuicio bastante absurdo, porque como creadora creo que desde las historias más populares es desde donde se provocan los cambios más grandes, no desde las historias más elitistas. Si yo hago una serie feminista para feministas no voy a cambiar nada, pero si hago una serie para todos los públicos e introduzco dudas que pueden hacer que alguien se acerque a un cambio social, voy a colaborar muchísimo más que de la otra manera. Además, creo que es muy importante poder disfrutar y olvidarte de tus problemas. Desde el entretenimiento se puede hablar de cosas muy serias y cambiar arquetipos sin que el espectador sea tan consciente, ni tenga que meterse en algo sesudo ni complejo. En esta serie, las protagonistas femeninas tienen el perfil de los protagonistas masculinos de antes, son súper imperfectas y mentirosas, pero son maravillosas. Antes parecía que los personajes femeninos solo podían ser flores delicadas a las que cuidar y objetos de deseo.
—¿A qué atribuye el auge de las series de época en España?
—Hace no tantos años hubo una vuelta de estas series y ahora sentíamos que había un público un poco huérfano desde Las chicas del cable, especialmente en Netflix. Creíamos que hacía falta otra serie para ese mismo público. La favorita 1922 está triunfando mucho en Telecinco y La promesa en La 1. Creo que a la gente esta parte estética le atrae mucho, los vestidos, la decoración... Y hay otro factor: los grandes impedimentos que hacen épicas las historias de amor son mucho más fáciles de contar en época. Hoy ya tenemos a un rey que se ha casado con una plebeya, hay pocos impedimentos para el amor. En cambio, si vas hacia atrás cincuenta o setenta años, hay una cuestión de clases sociales, mujeres que no tienen derechos y no pueden elegir. Eso hace que sea más fácil encontrar grandes amores imposibles.
—El propio papel de la carabina hoy es ciencia ficción.
—Sí, exactamente. Hoy ya están las redes sociales y las apps [risas]
—La búsqueda estética define esta serie. ¿Cómo la ha afrontado?
—El maravilloso equipo de arte y el vestuario de Pepe Reyes, confeccionado para la serie, le aportan la conexión con la actualidad. Nos hemos basado en patrones de la época, pero simplificando, haciendo algo más acorde con la historia, que al final es un cuento. Queríamos darle luminosidad y esos colores que se acercan a la comedia. Y luego elegimos escenarios modernistas, que son de una época un poco posterior, pero que le dan una identidad propia. Cuando haces series de época, sucede que al final los palacetes que existen en España son muy pocos y acabamos rodando todos en los mismos sitios. Aquí queríamos que realmente se notase que este universo es algo distinto y por eso elegimos edificios modernistas.
—¿Dónde han grabado?
—El rodaje principal fue en Madrid con los exteriores en Aranjuez y en la granja de San Ildefonso, pero hay una parte que está rodada en Barcelona. La casa principal está rodada en un exterior de Barcelona, la casa de Santiago también es un piso modernista de Barcelona, es una mezcla de varios sitios.
«Es muy diferente dar una ganancia directa a quien ha cometido un crimen que hacer reflexionar al espectador»
Gema R. Neira ha firmado como guionista los libretos de numerosas ficciones de Bambú, como Fariña, Las chicas del cable, Velvet, Gran Hotel y El caso Asunta. Recientemente ha estrenado en Telecinco La Favorita 1922, otra serie de época de gran éxito.
—¿Existe un sello Bambú común a todas ellas?
—Me encantaría. Creo que tener identidad siempre es algo bueno, porque la gente a la que le gustan nuestras series se acercará más fácilmente. Sí espero que vean que esta es diferente a las demás, que tiene una narrativa que va un poco más allá, algo nuevo e inesperado. El sello Bambú, si es que existe, es muchas más cosas que las series de época. Nosotros hacemos este tipo de proyectos, pero también nos encanta hacer true crime, dramas... Como creador, ir cambiando te nutre mucho y es necesario.
—¿Ha sido «El caso Asunta» su serie más difícil?
—Ha sido una serie muy difícil, desde luego, porque ya habíamos hecho el documental, por la carga emocional de la cercanía del caso, por tratarse de una niña... Por muchas cuestiones ha sido un proyecto que nos tomamos muy en serio, pero cada uno tiene una dificultad diferente. Cuando creas una serie, el contenido lo tienes que generar tú y los personajes también. Cuando hablas de un caso real, el contenido ya existe, lo que tienes que hacer es darle forma y ahí está la dificultad añadida de ser fiel a la realidad.
—La polémica por la publicación del libro de José Bretón reabre el debate sobre producciones «true crime», como la que ha parado la madre del niño Gabriel Cruz. ¿Dónde está el límite?
—Es un tema muy complejo, pero creo que hay que diferenciar muy bien los proyectos en los que los culpables se involucran, son parte activa y cobran por ello. Por ejemplo en Estados Unidos no se permitiría, porque hay una ley que lo impide pero en España no la hay. Creo que es muy diferente darle una ganancia directa a una persona que ha cometido un crimen que intentar hacer reflexionar al espectador sobre algo que ha ocurrido con el propósito de cuestionarlo, como lo puede tener el periodismo. Son cosas muy distintas y creo que ahí es donde el debate se deshace. Nuestro posicionamiento es que esto tiene sentido si vas a cuestionar algo y en casos complejos donde haya elementos añadidos. Un caso que está clarísimo, que está resuelto y contando con la participación del culpable, desde luego no es una opción para mí. Al final en El caso Asunta la presencia de Asunta era mínima y de lo que queríamos hablar era de los juicios públicos, de cómo somos capaces de coger cualquier información que sale sin contrastarla, hacernos una idea y tomar una decisión. Y luego eso llega a un jurado que conoce todos esos datos que en muchos casos son inciertos. Esa era la pretensión, que el espectador pudiera colocarse en el lugar de una persona que va a ir a un juicio y pensar que quizá no está bien que tomemos una decisión sin conocer todos los datos. Si vas simplemente a exponer hechos y acercarte al amarillismo, para mí no tiene sentido.