
Algunos problemas existenciales no distinguen entre clases sociales, pero las desgracias ajenas muestran una apariencia mucho más llevadera cuando transcurren en opulentas mansiones de revista donde la ropa interior huele a lavanda recién vaporizada y el chocolate se encarga directamente a la mejor tienda de Tokio. Sirenas es la serie recién horneada del aluvión de títulos que explotan el filón de los contratiempos que afrontan los ricos para capear sus males entre tanta belleza.
Con esta miniserie de Netflix, una de sus protagonistas, Meghann Fahy, encaja su triplete temático después de The White Lotus y Una pareja perfecta. De estas dos se pueden encontrar flecos en esta ficción, encabezada por Julianne Moore, que mezcla melodrama con sátira surrealista y se comporta a ratos como una Pretty Woman con un fondo más turbio. Sirenas cuenta la historia de dos hermanas de infancia traumática cuyas vidas se han separado para situarlas a cada una en puntos distantes de la escala social. Una es la asistente de una potentada y caprichosa gurú (hola, Nine Perfect Strangers), mientras que la otra no ha logrado salir del suburbio y una biografía marcada por el alcohol. No todo es perfecto en sus vidas ni tampoco en la serie que las retrata. Hay caricatura y disparate en algunas aristas de sus tramas, pero es imposible no beberse sus cinco capítulos de golpe.