Ninguna serie basada en hechos reales sin su correspondiente documental

C. G. F. MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

Imagen del documental «Las cintas de Rosa Peral», estrenado casi al mismo tiempo que la serie «El cuerpo en llamas», basada en el mismo caso.
Imagen del documental «Las cintas de Rosa Peral», estrenado casi al mismo tiempo que la serie «El cuerpo en llamas», basada en el mismo caso.

El estreno simultáneo de series y documentales, como el más reciente caso de «Superstar» y «Sigo siendo la misma», son el nuevo pan de cada día del «streaming»

04 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Al finalizar el último episodio de Superstar, la serie de Nacho Vigalondo sobre el fenómeno del tamarismo en los primeros dosmiles, Netflix conduce directamente al documental sobre el mismo tema. En este caso parece casi necesario: dada la alta dosis de fantasía de la serie, una pieza más anclada a la tierra se hace fundamental. En este caso, Sigo siendo la misma, dirigido por Marc Pujolar parte de una muy buena idea narrativa: los entrevistados no le hablan a una presencia tras la cámara o a algún periodista; cada uno tiene un interlocutor mudo que asiente, personas reales casi anónimas como un lutier, un trabajador de hotel, y una psicóloga. Como remate, la pandilla que ahora vuelve al candelero hace el gesto explícito de coger el mando, abrir la plataforma y darle play a Superstar. Todos, pese a sus retratos esperpénticos en la tele de ayer y el streaming de hoy, están encantados con la idea de verse revitalizados en la ficción.

Al contrario que los documentales independientes, estas producciones aparecen como hermanas pequeñas —y siempre posteriores— de las series o películas. En ocasiones, los derechos de propiedad intelectual se reparten en diferentes plataformas y sucede que, mientras en una se estrena la ficción, en otra aparece el documental, milimétricamente calculado para coincidir en el tiempo y captar la atención. El caso de Maje, la conocida como viuda negra de Patraix, sigue este patrón: con la película, el docu.

Aquí no hay fantasía que despejar para justificar la explicación: la película solo se tomaba las licencias típicas a la hora de formar la personalidad de los personajes —cómo hablan, qué dicen en la intimidad—, cosa que no aparece en ningún sumario. ¿Para qué es necesario entonces un documental? Y, sin embargo, funciona. El true crime tiene la capacidad del morbo infinito: como con El cuerpo en llamas, lo que se busca tras ver la serie es ponerles rostros reales a sus protagonistas. Quiénes y cómo son. Qué tipo de gente cometió esas atrocidades.

La realidad es fuente inagotable de historias, pero, ojo, porque esas historias acaban reescribiendo en cierta medida el relato en el imaginario colectivo. ¿Son estos documentales adosados una forma subconsciente de desagravio? Aunque se base en imágenes y sonidos reales, sigue siendo una narración con un guion, un punto de vista que también ordena y altera la realidad.