Leticia Dolera, directora de «Pubertat»: «Si no le das a un chaval de 13 años un porro, ¿por qué le das un móvil con acceso a aplicaciones que generan adicción y ansiedad?»

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

PLATA O PLOMO

EUROPA PRESS

HBO Max estrena hoy el primero de los seis episodios de esta serie, cuyo punto de partida es una denuncia de agresión sexual que estalla en las redes sociales, señalando como responsables a tres adolescentes

25 sep 2025 . Actualizado a las 09:36 h.

Qué pasa si eres feminista y además eres madre y resulta que tu hijo de 13 años es acusado de agresión sexual. De este dilema parte Pubertat, la nueva serie de Leticia Dolera (Barcelona, 1981) que hoy estrena su primer capítulo en HBO Max. Se completa con otros cinco más —uno nuevo cada miércoles—, a los que la directora (Vida perfecta) y actriz ([REC]3, La novia, Requisitos para ser una persona normal) ha dedicado los últimos cuatro años. «Ojalá abra una conversación en las familias, en las casas, en las escuelas», ansía.

—¿Es esta una serie para adolescentes o para sus padres?

—Yo creo que para ambos, que se puede ver en familia. Porque pese a tratar un tema complejo y que incomoda, la mirada es luminosa. Es una serie que navega entre la dureza y la ternura.

—Se presenta como «una historia de demonios y castillos».

—Quería jugar con la metáfora de los demonios que salen en San Juan [la noche en la que se produce la supuesta agresión] y la idea de los demonios que cada uno lleva dentro, ese peso, ese tabú, las cosas no dichas que existen en todas las familias.

—«Tal vez no se trate de expulsar a nuestros demonios, sino de ponerlos al servicio de la vida». Con esta frase se abre el primer episodio.

—Sí, la idea era la de sacarlos y no vivirlos con culpa y desde el silencio, exponerlos y a lo mejor encontrarte con alguien que tiene los mismos que tú, las mismas sombras, los mismos miedos.

—¿Cuáles son la contradicciones y la trayectoria emocional del personaje que interpreta?

—Con Julia me interesaba mostrar a una mujer que tuviese una ideología muy firme, de hecho es una periodista que constantemente habla y escribe sobre feminismo, y confrontarla con una situación que la hiciera dudar de sus propias ideas, enfrentarla a sus contradicciones. Además de eso, me apetecía mucho mostrar cómo una mujer cuando es feminista no solo es feminista. Puede ser feminista, por supuesto, y a nivel ideológico puede ser muchas cosas, pero es que además también puede ser madre, profesional, hija, amante, amiga, hermana... Porque parece que cuando eres feminista todo lo demás desaparece, ya solo puedes ser eso. ¿Qué siente alguien así si su hijo es acusado de agresión sexual? Entiendo que mucha culpa, porque cómo puede ser que tu propio hijo, educado en el feminismo, esté involucrado en algo así, pero también mucha duda hacia el testimonio de la víctima.

—«En casa del herrero...». La educación no parece entonces ser la única solución.

—Antes de ponerme a escribir hablé con muchísimas profesionales, tanto del ámbito de la justicia como de la psicología. Y si algo me quedó claro es que en la adolescencia la aceptación del grupo es fundamental, cobra muchísimo peso. Es un momento de la vida lleno de pruebas a superar. Y a los niños se les puede educar en unos valores concretos en casa, pero no son propiedad privada de nadie y, al final, no solo son educados por sus padres ni únicamente en base a los valores individuales de cada familia. Son seres que viven y van a vivir en sociedad, no encerrados.

—¿Cree que hay que prohibir móviles y redes sociales hasta una determinada edad?

—Las redes sociales están diseñadas para generar adictos, eso está estudiadísimo. Se sabe que proporcionan chutes de dopamina y que esto provoca ansiedad, adicción y depresión, sensación de vacío, una falta de relato con uno mismo, de conexión con uno mismo. Y, por estos motivos, creo que hay que regular su acceso. Si tú no le darías a un chaval de 13 años una botella de whisky o un porro, ¿por qué le das un móvil con vía libre a aplicaciones dañinas incluso para los adultos?

—¿Y no cree que, tal y como sucede en la serie, buscarían y encontrarían el modo de burlar las prohibiciones?

—Seguramente, igual que por mucho que haya límites de velocidad hay gente que se los salta. Toda medida restrictiva tiene que ir acompañada de educación. Quizás es que hay que poner en valor el pensamiento complejo porque, si no, está claro que tendemos a la trinchera, al algoritmo.

—¿Los actores adolescentes entendían lo que estaban contando?

—Sí, lo entendieron y entendieron también cómo queríamos contarlo, fueron muy cuidadosos. A esa edad entienden muchas cosas, mucho más de lo que nos pensamos. Lo importante es poner en valor sus opiniones, sus decisiones, apelar a su parte más adulta, a ese adulto que está por aparecer, porque así ellos entienden que son responsables de sus actos, y eso, en cierto modo, también les empodera.

—¿Cuáles fueron los retos al rodar con intérpretes tan jóvenes una historia como esta? 

—El primer gran reto fue el cásting, no era fácil y empezamos con mucho tiempo, para tener margen para encontrarlos. Y nos pasó que algunos iban creciendo en el proceso; de hecho, ahora a dos de ellos les ha cambiado la voz y cuando doblaron la serie tuvimos que ajustarles el tono. Ya en el rodaje, teníamos con nosotros a una coordinadora de intimidad, que además trabaja en prevención de abusos sexuales en la infancia, y charlamos mucho sobre el tema, nos los llevamos de fin de semana a una casa rural para trabajar los personajes, para darles herramientas de interpretación. Hubo muchos ensayos y mucho juego para coger confianza, en ellos mismos, en sus personajes y en sus compañeros. Y, luego, puse mucho foco también en que esto era un proyecto colectivo, que era importante que los actores actuasen juntos, que esto no iba de brillar individualmente. Para mí era importante que fuese un trabajo en equipo y fue muy bonito ver cómo los adultos ayudaban a los actores más jóvenes. 

—¿Cuál cree que es la función del arte, de la ficción, cuando toca estos temas incómodos, polarizantes?

—Yo creo que la ficción es el lugar donde explorar los temas complejos, con aristas, con grises. La realidad no es blanca ni negra. Vivimos, además, en un momento en el que parece que tu ideología es tu identidad y es quién eres, y si alguien piensa distinto a ti es que te está atacando en lo personal, cuando en realidad el pensamiento tiene muchos matices. Pero estamos en este hooliganismo, en esta cosa de «si llevas mi camiseta o no», y es terrible, la verdad. Creo que el arte, la cultura, ya sea en la literatura, en las series o en el cine, es el lugar donde asomarnos a los conflictos humanos con una mirada compleja, donde poner luz en temas donde a lo mejor hay sombra, y donde hacernos preguntas y hacérnoslas en comunidad, poniendo en valor también lo colectivo. La ficción tiene un potencial de comprender al otro brutal, porque tú cuando ves una historia la vives en primera persona con su protagonista, tú vas con el protagonista, aunque te caiga mal, aunque haga cosas que tú no quieres o que no te parecen bien; tú vas con él. Por eso el punto de vista en distintos capítulos cambia para que realmente el espectador empatice con los niños, empatice con la víctima y empatice con los padres.