El especialista en cirugía plástica Francisco Martelo analiza la etapa iniciada en la medicina con la polémica operación realizada la semana pasada en Francia.
07 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.Desde hace más de dos décadas diferentes grupos de cirujanos plásticos y maxilofaciales especialistas en las técnicas de microcirugía han trabajado denodadamente para superar las dificultades técnicas que hagan posible el trasplante de cara de un donante cadáver, y resolver las secuelas gravísimas estéticas y de la función, producidas por accidentes, quemaduras o cánceres extensos de la cara. En una encuesta efectuada en Inglaterra en el 2002 se comprobó que, en general, las personas aceptarían un trasplante de cara si lo necesitaran, pero no donar la suya. Los profesionales sanitarios expresaron grandes reservas respecto a la operación. El procedimiento es complejo, pero precisa de técnicas quirúrgicas habituales en cirugía plástica, aunque cada caso necesite de un estudio individualizado para resolver las necesidades de aporte de tejidos y restituir las funciones y el resultado estético. Estas técnicas corresponden a la microcirugía basada en el empleo de la ampliación con el microscopio de las zonas que se operan y la utilización de instrumentos y suturas muy finas, de venas arterias y nervios de un diámetro inferior a un milímetro, y se aporta, además, un tejido nuevo. Hace ahora ocho años la película Cara a cara, del director John Woo, levantó polémica, ya que la cara de un terrorista encarnado por Nicolas Cage, que queda en coma, es implantada a un detective del FBI (John Travolta), con la intención de averiguar dónde había abandonado una bomba química. Los guionistas no estaban lejos de la realidad ya que la noticia de estos días, auténtica bomba en los medios de comunicación, ha sido el trasplante parcial de cara efectuado en Francia en el hospital universitario de Amiens por el grupo de Bernard Devauchel en colaboración con otro de Lyon, dirigido por Jean Michel Dubernard, que en 1988 habían realizado el primer trasplante de mano. Desde ese día, el debate sobre el trasplante de cara ya no es si podemos hacerlo, es si debemos hacerlo. La polémica se centra en varios apartados. El primero es si está justificado tratar con inmunosupresión a estos pacientes, lo que consiste en la administración de drogas poderosas para prevenir el rechazo de la nueva cara procedente de otra persona. Estas drogas deben tomarse de por vida y producen efectos secundarios importantes, como la aparición de cánceres. No cabe duda que en los casos en que el trasplante procedente de otra persona es imprescindible, como en los de corazón, pulmón, hígado o riñón, ese riesgo se considera un mal menor. Pero ¿cómo debemos actuar cuando no es un problema vital, sino de una deformidad invalidante como es el caso de la cara? Para complicar más la situación, estos tratamientos no se han confirmado eficaces a medio y largo plazo para evitar el rechazo de la piel de otra persona. El otro apartado es el aspecto psicológico. Lo que no sabemos es qué ocurrirá en cada caso cuando el paciente se vea con la cara de otro. Con seguridad no será como la persona donante, pero tampoco es la imagen de la persona receptora. Es el punto clave, la percepción de sí mismo del paciente, una persona con un conflicto emocional gravísimo. Sin duda, los psiquiatras tienen aquí un modelo a estudiar único. Todos estos hechos complejos todavía se enrevesan más cuando diferentes comités, con el de Ética en primer lugar, deben resolver sobre esta cirugía. Diferentes intentos, detrás de los cuales hay personas en permanente sufrimiento no han sido autorizados poniendo por delante lo difícil del éxito final.?A favor de su realización está que las técnicas convencionales para resolver estos casos, a pesar de tremendos avances, continúan siendo limitadas. Lo ocurrido en Francia rompe esa barrera. Cualquiera que sea el resultado, ha abierto el camino para resolver el problema de pacientes con prótesis facial recluidos permanentemente en su casa. Uno de ellos nos ha dicho con lágrimas en los ojos: «Yo existo pero no vivo, ¡ayúdeme!» La esperanza es imprescindible al iniciar el camino del éxito. Francisco Martelo es jefe de servicio de cirugía plástica del Hospital Juan Canalejo de A Coruña