06 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

DENTRO de unos días me iré de vacaciones. Es la luz que me mueve cuando suena el despertador, cuando las cosas se ponen cuesta arriba, cuando me llegan las facturas que no esperaba, cuando se me estropea el electrodoméstico que no me acordé de reparar... Cada vez que la vida me da una collejita, mientras me froto en el golpe pienso: «Ja, dentro de nada me voy de vacaciones». Y así voy tirando. Como tantos y tantos supongo. Sin embargo, ayer tuve el día tonto y descubrí algunas de las cosas en las que nunca pienso para no desmitificar demasiado el asunto vacacional. Por ejemplo, que han convocado una huelga de pilotos (¡qué colectivo más simpático y agradable este de los pilotos!) justo en los días en que sale el avión en el que nos vamos (¿nos vamos?). O que la explosión de medusas en el Mediterráneo será este año más desagradable y ponzoñosa que nunca. O que nos espera una ola de calor de las que hacen afición. Y algunas cosas más que, por pudor, no voy a contar aquí. Así que tuve una visión. Me ví a mí mismo colgado en el aeropuerto con los niños preguntando ¿cuándo nos vamos? mientras el empleado de Iberia con el rostro de piedra me miraba indiferente. Luego me reconocí en la misma postura y con la misma cara de circunstancias frente a la orilla de un mar caliente al que no hay por donde entrarle entre tantos fragmentos tóxicos de medusas. En la última parte de la visión me veía despertando por la mañana, bañado en sudor mediterráneo, sin despertador y pensando: «Ja, dentro de nada se me acaban las vacaciones».