Conocí a James Watson hace ya bastantes años a raíz de unas conferencias organizadas por Santiago Grisolía, y siempre admiré su impresionante contribución científica al avance del conocimiento y de la genética, tanto en el descubrimiento de la estructura del ADN como en su contribución para entender el código genético, pasando últimamente por su participación en el Proyecto Genoma Humano. Su lado humano y sus ideas, en cambio, siempre me parecieron preocupantes, y viví en la experiencia de amigos como Rubén Moreno, hoy director del Centro Príncipe Felipe de Valencia, las dificultades que James Watson tenía como persona. Rubén siempre dijo que no se había sabido retirar a tiempo y sus recientes declaraciones son una prueba de lo acertado que Rubén estaba.
Hace ya tiempo un genetista muy importante, R.C. Lewontin, escribió un libro que se titulaba No está en los genes y en él hablaba específicamente de la inteligencia y su heredabilidad, y refutaba todas las supuestas razones que defendían la herencia de la misma. Para empezar, la inteligencia es un concepto de difícil, si no imposible, definición y es más un concepto cultural que científico. Las definiciones de inteligencia han ido cambiando en el tiempo y, así, se ha ido pasando de un concepto basado en la capacidad de cálculo y memorización a otras muchas habilidades que se valoran cada vez más y que incluyen desde la capacidad de relación interpersonal a la de comprensión intrapersonal.
En segundo lugar, hay que huir de determinismos biológicos y culturales extremos. Aun en el supuesto de que logremos descifrar qué genes o qué interacciones de genes están detrás de una característica determinada que se pudiese medir (capacidad de cálculo, por ejemplo), el ambiente influye de forma decisiva.
Por último, es evidente que lo que África ofrece desde el punto de vista de la genética de poblaciones es haber sido la cuna de la humanidad y, por su mayor antigüedad, una mayor variabilidad entre los individuos de esas poblaciones, lo que constituye una gran riqueza genética pero en absoluto ofrece diferencias con ninguna cualidad, cualquiera que sea su definición, respecto a otras poblaciones.
Si hay que buscar las causas de las diferencias en la inteligencia o en la estupidez, cualquier cosa que sea lo que esto signifique, no solo no está en los genes más que muy parcialmente, sino que sobre todo no está en las diferentes poblaciones humanas que habitan en nuestro planeta.